El Internet y las redes sociales han contribuido con que podamos tomar decisiones más informadas. Un ejemplo de esto es que la calidad de muchos bienes o servicios son evaluados online, proporcionando a las personas un indicador de qué tan buenos son. Aunque podría parecer que esto es beneficioso, pues ayuda a la gente tener mejores criterios para decidir, ¿tener información perfecta acerca de la bondad de algo (poder ver de uno a cinco estrellas qué tan bueno es) podría ser perjudicial? A propósito de algunas ideas de Black Mirror, una serie que explora el lado oscuro de la influencia de la tecnología en la vida moderna, trataré de abordar esta idea.
Por si no conocen la serie, esta se trata de historias individuales que llevan al extremo los riesgos de la globalización y la tecnología y, sin alejarse demasiado de la realidad, crean mundos en los que a alguien difícilmente le gustaría vivir. Lo interesante de la serie es que cada capítulo es independiente a los demás, por lo que se ha podido abordar muchos temas diferentes. Sin ningún spoiler de por medio, voy a usar la idea general de un capítulo particular, Nosedive, para argumentar por qué no siempre es bueno tener información perfecta.
Nosedive transcurre en un mundo en el que todas las personas tienen un rating de uno a cinco estrellas, basado en las evaluaciones que los demás hacen de ellos. Así, por ejemplo, si subes una foto a un perfil virtual, los demás pueden determinar en una escala del uno al cinco qué tanto les gusta tu foto. Esto es como si en Facebook se pudiera dar una escala de uno al cinco al like (parece que este mundo no está tan alejado de la realidad). Pero, además, las personas pueden evaluar las interacciones que tienen con los demás: si una persona te cerró en el tráfico, lo puedes evaluar con una estrella; y así en diferentes escenarios. Al final, el rating de cada uno será el promedio de todas las evaluaciones tanto de fotos como de interacciones que los demás hayan hecho.
En apariencia, esto podría ayudar a reducir la presencia de información asimétrica en diferentes mercados: empleadores en búsqueda de potenciales trabajadores podrían establecer un rating mínimo como filtro básico para contratar a alguien; arrendadores que buscan a quien alquilar una casa o departamento podrían hacer lo mismo y evitarse “malas sorpresas”; personas que podrían decidir salir o no con alguien dependiendo de si su rating es bueno o no; etc. No obstante, un mundo regido por constantes evaluaciones presenta un esquema de incentivos perversos, explicado por un concepto de economía del comportamiento: anchoring (anclaje).
El anchoring es el uso de una primera impresión como punto de referencia para medir el valor de algo y tenerlo en cuenta a la hora de tomar futuras decisiones. Así, en un mundo como el de Nosedive, un empleador que decidiese hacer un seguimiento a un trabajador que tenía un rating de 4.5 cuando fue contratado, pero que luego de tres meses tiene un rating de 4, podría pensar caer en el error de pensar que este ha empeorado como persona, cuando en realidad podría ser que el rating que poseía cuando fue contratado era tan solo una burbuja temporal.
De hecho, en el 2015 en el mundo real, surgió en EEUU un app bastante controversial llamado Peeple, que permitía a las personas justamente evaluar a ex parejas con el fin de que los demás pudiesen tomar decisiones “más informadas” a la hora de salir con ellos. Sin embargo, sin ir al extremo, pensemos en que hoy en día sí son bastante comunes prácticas de ratings a bienes o servicios: restaurantes u otros servicios tienen valoraciones de 1 a 5 estrellas en Facebook; los hoteles son evaluados de igual manera en páginas como Trip Advisor; etc.
El actual esquema de valoración impulsado por internet y las redes sociales se disfraza como un avance de la sociedad promulgando la bondad de ayudar a que las personas tomen decisiones más informadas, pero trae consigo un lado trastornado y riesgoso. Muchas personas evalúan a la ligera por una mala experiencia aislada o puntual, lo cual potencialmente distorsiona las decisiones del resto de consumidores. Varios otros se suman a cadenas de publicaciones de quejas en Facebook u otras redes sociales por “solidaridad” al afectado, cuando ni siquiera han utilizado el servicio del cual la víctima real se está quejando. Por el momento, sólo podemos observar esto en bienes y servicios, pero si se quiere ver un adelanto de lo que podría pasar si llevamos esta práctica al extremo y empezamos a valorar cuantitativamente a las personas, basta con ver Nosedive.