En promedio, una persona revisa su celular más de 150 veces al día y pasa alrededor de 18 horas a la semana viendo su pantalla. De hecho, TikTok, aplicación que ofrece videos entretenidos de corta duración acordes a nuestros intereses y gustos, es uno de los servicios que ha ganado mucha popularidad últimamente y al cual le dedicamos una parte significativa del día.
Pero, ¿cuál es la fórmula detrás de este tipo de aplicativos que ocupan horas y horas de nuestra atención? y ¿por qué a veces preferimos destinar nuestro tiempo de estudio y trabajo a ellos?
Para conocer la verdad de la milanesa hay que remontarnos al año 1971, donde el Nobel de economía Herbert Simon sentó las bases de lo que hoy se conoce como economía de la atención.
Simon identificó que, en un mundo rico en información, la riqueza de información se traduce en una escasez de lo que la información consume: nuestra atención. Él decía que “una gran cantidad de información conlleva una gran responsabilidad crea una pobreza de atención”, problema al cual denominó sobrecarga informativa.
Efectivamente, hoy en día existe mucha información en el mundo, a la cual se puede acceder fácilmente a través de distintos repositorios físicos y digitales, pero lo que escasea es la atención.
Conscientes de esta extensión de información, las nuevas tendencias de desarrollo de aplicaciones han optado por ofrecer un servicio que no sature a sus clientes y apelar a contenidos prácticos pero eficaces en captar la atención de los usuarios. Los 280 caracteres limitados por tuit en Twitter y la duración máxima de 3 minutos por video en TikTok son un ejemplo de ello.
Ahora bien, tomando en cuenta el enfoque de la economía de la atención, centrémonos en la pregunta:
¿Cuánto vale nuestra atención?
Pensemos en la famosa oferta y demanda. En este caso, el bien es nuestra atención y nosotros la ofrecemos a diversas actividades. Pero, como dijimos, nuestra atención es limitada y escasa, pues solo tenemos 16 horas diarias que ofrecer (considerando que mantenemos una rutina de descanso de 8 horas). Esto se puede representar mediante una curva de oferta vertical (S): siempre ofrecemos la misma cantidad de atención en un día.
Por el lado de la demanda, casi todos la necesitan, pues representa a todas aquellas actividades que requieran de nuestra atención. Inicialmente (D1), cuando teníamos 7 años, estas actividades no eran muchas: ir al colegio, pasar tiempo en familia, jugar, etc. Pero, con el paso del tiempo y la aparición de nueva tecnología, la posibilidad de actividades fue creciendo y la demanda se desplazó a la derecha (D2). Hasta la actualidad (D3), que existe una infinidad de actividades a escoger que van desde maratonear en catálogos extensos de series hasta conversar con algunos de los cientos de contactos que tenemos.
Como apreciamos en el gráfico, en tres momentos existen tres equilibrios de oferta y demanda. Inicialmente, “vendemos” nuestra atención a un precio de 40 dólares; en un segundo momento, y con más servicios que demandan nuestra atención, el precio sube a 80 dólares; y ya para la actualidad, dado el crecimiento exponencial de la información, hay una duplicación del precio a 160 dólares.
Así que, contrario a la opinión de tu crush, tu atención es muy valiosa, y muchos se pelean por captarla el mayor tiempo posible. El verdadero detalle está en si la estamos vendiendo a quienes deberíamos y al precio al cual deberíamos.
Posiblemente, y dada la poca supervisión de nuestros docentes o jefes en esta virtualidad, estamos desatendiendo el estudio o el trabajo por la sobrecarga informativa. Sin embargo, aunque la procrastinación nos haga felices en cierta medida, los beneficios provenientes de ella son de corto plazo: nos relajamos y reímos por unos minutos u horas, pero después esos momentos se diluyen en nuestra memoria que, como dijimos, se carga continuamente de información.
Mientras que el estudio/trabajo, aunque demande cierta concentración, tiempo y no nos cause una satisfacción inmediata, debe entenderse como una inversión, porque a largo plazo todo lo aprendido nos servirá en el ámbito profesional/laboral. Sacrificamos tiempo presente por beneficios futuros. Así que llegados a este punto, estimado lector, lo invito a reflexionar. ¿Cuánto cree usted que vale su atención? ¿Es el beneficio que recibe mayor que el costo que asume al entregar su bien escaso?