Durante los breves días del gobierno de Manuel Merino de Lama, y en los posteriores (hasta el cierre de este artículo), han sido diversas las formas de manifestación del descontento popular respecto a una clase política que actúa de forma reactiva más que proactiva y comunicativa con sus electores. La movilización del pasado 14 de noviembre trajo como consecuencia la pérdida de dos vidas y más de 200 heridos como producto de la dura represión policial sobre un derecho constitucional.
Pasada la masacre del 14 de Noviembre, pudimos conocer quiénes eran los fallecidos: Jordan Inti Sotelo Camargo (24) y Jack Brayan Pintado Sánchez (22). Ambos jóvenes y con un futuro que se venía complicando por la crítica coyuntura por la que atraviesa nuestro país. En las marchas se escuchó el clamor de un pueblo cansado de la corrupción galopante y un presidente al que consideraba ilegítimo. Carteles con frases bastante creativas (como “me orino en Merino” o “el pueblo está tan unido que se me juntó el ganado”), danzas, performances, cánticos espontáneos, etc. Conforme pasaron los días, otras obras de arte se hicieron de conocimiento público en formato digital, a través del redes sociales como Instagram y TikTok, que nos mostraban fotografías bastante conmovedoras, memoriales en nombre de los fallecidos en las protestas y murales que canalizaron el sentir popular.
Es de conocimiento público que el mural realizado por varios jóvenes fue borrado durante la madrugada del 25 de noviembre con pintura blanca y sobre ella apareció la inscripción “la pared se limpia, los muertos no regresan”. Además es sabido que el memorial dedicado a Inti y Brayan, ubicado en el frontis del Poder Judicial en las inmediaciones de la Avenida Abancay, fue destruido por este mismo grupo de personas. Esto trae consigo una reflexión sobre lo efímeras que pueden ser las obras de arte callejero.
Una frase resonaba por las redes sociales: “Borrarán un mural, pintaremos más; limpiarán un memorial, pero nuestra memoria sigue intacta”. Parte de esta iniciativa por la memoria ha sido tomada por el reconocido artista peruano Elliot Tupac, quien en colaboración con Decertor (artista urbano y muralista), elaboró un nuevo mural en pocas horas en el frontis del Coliseo Deportivo Aldo Chamochumbi en el distrito de Magdalena del Mar. La palabra que resalta es “memoria”. Parece ser esta la consigna que guía las protestas de los días que transcurren, el no permitir la impunidad de las vidas perdidas.
Otros monumentos se erigieron en el Centro de Lima, como el puño gigante en blanco y rojo, sobre el cual se colocaron varios carteles alusivos al contexto. En la ciudad, varios colectivos vienen trabajando de manera conjunta para utilizar el arte como vehículo de expresión del descontento que existe con la clase política peruana. Como mencioné en uno de mis artículos previos, la música es el arma del futuro. Sin embargo, hoy amplifico esa idea: el arte es el arma del presente.
Lo sucedido el 25 de noviembre es una muestra de lo mencionado. A veces, la memoria suele ser incómoda a ciertos sectores. Al cierre de este artículo, también se ha realizado el borrado de un mural ubicado en el distrito del Rímac. El arte callejero se ha vuelto un campo de batalla en el que dos posturas antagónicas debaten el concepto del héroe y lo que significa serlo para la “Generación del Bicentenario” y otras.
En la Cuarta Marcha Nacional, llevada a cabo el 21 de noviembre del presente año, pudimos ver cómo en el Jirón Quilca se llenaron las paredes de fotografías, carteles y murales. Los impulsores de esta iniciativa fueron el fotógrafo y gestor cultural Charlie Jara, y el artista Jaime Alcántara; sin embargo, muchos más se sumaron de forma espontánea. Aquel día se hicieron muestras espontáneas de teatro, interpretaciones musicales en vivo, etc. La consigna fue, al parecer, la memoria viva de aquellos mártires de la “Generación del Bicentenario”, que demostró que –como dijo Charlie Chaplin– “… el poder que tomaron del pueblo volverá al pueblo”.
No quiero cerrar este artículo sin expresar mi más sentido pésame a las familias Sotelo Camargo y Pintado Sánchez. Actualmente son diversas las muestras de memoria en la ciudad y se discute en diversos espacios la posibilidad de nombrarlos héroes, y de lo que ello implica. El poder de la memoria quedó plasmado a través de múltiples expresiones artísticas. Lo que es cierto es que este momento quedará grabado en la historia del Perú, y la memoria seguirá viva junto a esta generación.
Edición: Kelly Pérez Valenzuela.