El síndrome del impostor es uno de esos fenómenos psicológicos que parecen sacados de una novela de suspenso. Imagina ser un profesional exitoso, con logros que harían que cualquiera se sintiera orgulloso, pero en lugar de disfrutar de tus triunfos, vives con la sensación de que todo es un golpe de suerte y que, en cualquier momento, alguien descubrirá que en realidad no eres tan competente como pareces. Así es como se siente el síndrome del impostor: una constante y agotadora duda sobre uno mismo, que afecta tanto a estudiantes brillantes como a altos ejecutivos.

Fuente: https://www.santanderopenacademy.com/es/blog/sindrome-del-impostor.html

Es crucial entender que, aunque el término “síndrome del impostor” se ha popularizado, muchos expertos sugieren que deberíamos referirnos a él como un fenómeno y no como un síndrome. De hecho, la palabra “síndrome” conlleva una connotación médica que puede estigmatizar a quienes lo experimentan, haciendo que se sientan aún más aislados o “enfermos” por tener estos sentimientos. Sin embargo, verlo como un fenómeno psicológico, lo contextualiza como una experiencia humana común, un patrón de pensamiento que puede afectar a cualquier persona en un momento determinado, sin necesidad de ser patologizado. Cambiar la manera en que hablamos sobre el fenómeno puede ser un paso importante para normalizarlo y promover un enfoque más comprensivo y efectivo en su manejo.

Este fenómeno fue descrito por primera vez en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes se dieron cuenta de que muchas personas, a pesar de tener un historial probado de éxitos, se sentían como farsantes. Lo interesante es que este síndrome no discrimina; puede afectar a cualquier persona, sin importar su nivel de competencia, género o edad. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que las mujeres y las minorías tienden a experimentarlo con mayor frecuencia, lo que se puede atribuir a las expectativas sociales y culturales que pesan sobre estos grupos.

Fuente: https://laitrescorazones.com/sindrome-impostor/

Pero, ¿por qué alguien se sentiría así? La respuesta está en una combinación de factores internos y externos. Por un lado, las personas con síndrome del impostor tienden a tener estándares muy altos para sí mismas. Son perfeccionistas que no se permiten errores y que ven cualquier pequeño fallo como una confirmación de su supuesta incompetencia. Por otro lado, las comparaciones constantes con los demás y las presiones del entorno, como las redes sociales, que muestran solo las mejores versiones de la vida de las personas, agravan este sentimiento de insuficiencia.

Afortunadamente, existen estrategias para manejar el síndrome del impostor. Una de las más efectivas es la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a las personas a desafiar sus pensamientos negativos y a desarrollar una autopercepción más realista y positiva. Este fenómeno es un recordatorio de que la mente humana es compleja y, a veces, juega trucos crueles. Aunque es común, no debe ser tomado a la ligera. Aprender a manejarlo no solo es crucial para el bienestar emocional, sino también para aprovechar al máximo nuestras capacidades y continuar creciendo personal y profesionalmente.

Bibliografía:

  1. Clance, P. R., & Imes, S. A. (1978). The Impostor Phenomenon in High Achieving Women: Dynamics and Therapeutic Intervention. Psychotherapy: Theory, Research & Practice, 15(3), 241-247.
  2. Sakulku, J., & Alexander, J. (2011). The Impostor Phenomenon. International Journal of Behavioral Science, 6(1), 73-92.
  3. Brems, C., & Johnson, M. E. (1997). Self-Efficacy and the Impostor Phenomenon. Journal of Mental Health Counseling, 19(1), 90-98.