¿Alguna vez te has imaginado comandando un ejército imperial hace miles años? En esa época la actividad económica se basaba agricultura, arquitectura, entre otras actividades. La movilidad de personas era casi nula, dadas las dificultades tecnológicas, restricciones de tiempo y de dinero. Ya sea que lo hayas hecho después de ver Game of Thrones, jugar Assassins Creed o de tu clase de historia; lo más probable es que si tienes habilidades dirigentes sumadas a los conocimientos de colegio, estés más capacitado para dirigir un imperio que el mismísimo Carlomagno.
Así, resulta interesante sumergirnos en un mundo bajo este contexto, incluyendo tensiones militares y determinar el tamaño óptimo y sustentable de nuestro imperio. Es decir, considerando la producción que abastezca y satisfaga a toda nuestra población, mientras que amplificamos nuestro deseo de expansión de áreas cultivables y mayor influencia política #GraciasColegio.
Así, podemos confirmar que la economía está arraigada a la política inclusive antes de que Aristóteles estuviera en pañales. Precisamente, un modelo simple de expansión territorial fue planteado por Ronald Findlay, un economista y profesor en la universidad de Columbia. Él plantea la exterminación o expulsión de la población bárbara.
La población nacional (N) se divide entre ciudadanos (nuestra mano de obra productiva, L) y soldados (los que garantizan la expansión, S). El imperio tiene una demanda de territorio, debido a que ello le permite adquirir más áreas para producción agrícola, lo que permite sostener a la población. Ahora supongamos una función para el tamaño del territorio, que depende del número de soldados, es un círculo y se expande alrededor de un punto focal. Así tendremos:
Donde:
L: mano de obra
S: soldados
Y: función de producción que depende de L y S
T: Tamaño del territorio que depende de S
“a”: Eficiencia de los soldados para controlar el territorio
“r”: tamaño del radio del círculo formado por el territorio
Si no asignamos recursos o personal al ejército, nuestro imperio será invadido y todo lo producido sería saqueado. Por otro lado, si recurrimos al servicio militar de toda la población, habrá más insumos para producir, pero menos personal para hacerlo. Así, se produce un doble efecto al incrementar el número de soldados: se deja de producir, pero el producto marginal del territorio, el cual es complementario a la oferta laboral. Entendiendo esto como un análisis costo-beneficio, se iguala la productividad marginal del trabajador con la del soldado para llegar al equilibrio. En simple: se tendrá el número de soldados y trabajadores en el punto que un soldado/trabajador más genere el mismo nivel de beneficio adicional en la sociedad.
Si alguien quería la fórmula para comandar un imperio sustentable, esta era; para un contexto de conflicto y tensiones políticas. Por supuesto, existen más alternativas y estrategias militares para adquirir más territorio que solo la guerra e invadir pueblos. Podríamos enumerar una lista empezando por no exterminar a los bárbaros. La literatura histórica nos demuestra distintos tipos de expansiones. Por ejemplo, la incorporación voluntaria de territorios foráneos, debido a que, al integrarse podrían adquirir una mejor calidad de vida y acceder al bienestar social. Pero, lo importante era determinar la distribución de los recursos entre el Ejército y la mano de obra para garantizar la supervivencia.