Una segunda moción de vacancia presidencial para Martin Vizcarra estaba preparada para la mañana del 9 de noviembre, El Congreso de la República, con mayoría acciopopulista, veía conveniente una nueva discusión para ver si se declaraba a Vizcarra como incapaz moral, término que se ha comprobado como ambiguo y lleno de lagunas. El escenario estaba dividido, muchos vaticinaban una vacancia; por otro lado, resonaba una simple jugarreta del congreso para hacer perder el tiempo y abollar la ya golpeada reputación del presidente.
105 congresistas creyeron conveniente, que, durante una pandemia y una crisis económica, dejar al país sin presidente.
El día se tornó cargado, la incertidumbre reinaba en los hogares del Perú, muchos no podían creerlo, algunos celebraban, nadie se ponía de acuerdo. Los medios periodísticos llenaban de especulación sus editoriales, las redes sociales explotaban, las calles comenzaban a hervir. El Congreso de la República, y partidos políticos, celebraban a puertas cerradas, el Partido Mmoradoa se pronunciaba por todos lados, los líderes políticos aprovechaban. Vizcarra hablaba desde el interior del país, nada pesimista, pero tampoco daba esperanzas; al fin, Vizcarra se había divorciado del país por completo.
La noche del 9 de noviembre Vizcarra admitía su derrota, aceptando el resultado de la votación congresal sobre la vacancia. Quizá en ese momento a muchos se nos cayó la cara de tristeza, no por Vizcarra, sino porque el Congreso había ganado (como si fuera una competencia).
Durante los últimos momentos del 9 de noviembre, salió al público la hora en la que Manuel Merino asumiría la banda presidencial, 5 p.m. Sin embargo, siendo el único acto diplomático que realizó con celeridad en su mandato, adelantó la juramentación para las 10 de la mañana. En ese momento, el Perú quedaba en manos de esta corruptela que nos venía hundiendo en la ya pobre situación que vivimos.
Todo esta seguidilla de actos de personajes repulsivos hizo que la población decidiera juntarse, pero de una manera que no se veía hace mucho tiempo. Muchos decidieron arriesgarse a ellos mismos y a los suyos, pues desde el 10 de noviembre comenzaron a propagarse por las redes sociales convocatorias a manifestaciones pacíficas, siendo el Centro de Lima el punto de concentración.
La represión policial era cada vez menos benevolente, comenzando por gas lacrimógeno hasta policías haciendo uso de sus armas de reglamento. La violencia llegó a tal punto que se convocó a una brigada de ayuda y un grupo de desactivación de bombas lacrimógenas. Las marchas del 11, 12 y 13 de noviembre terminaban con arrestados y heridos, los peruanos no teníamos gobierno ni seguridad. Aquellos que marchaban, lo hacían en tierra de nadie.
Las pruebas sobran, los manifestantes frente a la Corte Superior de Jjusticia recibían bombas lacrimógenas mientras cantaban y saltaban por justicia; el gobierno callaba. Merino decidió hacerse de un gabinete que le hiciera par, la desfachatez era la misma. Ántero Flores Araoz precedía un gabinete hecho a la medida del Congreso: quienes generaban mayor polémica eran las carteras de trabajo, encabezada por Juan Sheput, un renegado “ppkausa” que incluso llegó a defender a Vizcarra en su momento de vicepresidente. También estaba Patricia Teullet con el Ministerio de la Mujer, ex viceministra de desarrollo social durante la dictadura de Fujimori en 1996.
Jack Bryan Pintado falleció el 14 de noviembre alrededor de las 8 de la noche. La desmedida represión policial cobró su primera víctima. Varios jóvenes de la Cruz Roja voluntaria tuvieron que cargar el cuerpo ensangrentado de un joven que reclamaba por lo correcto, demasiada injusticia en tan poco tiempo. Las órdenes vendrían de lo más alto, vendrían del líder de la cadena de mando, Merino y ahora Ántero no decían nada, nadie se hacía responsable. Inti Sotelo Camargo falleció la misma noche, un impacto de perdigón de plomo terminó con su vida, la noche terminaba por ser escenario de un baño de sangre del que nadie se hizo responsable.
Manuel Merino renuncia a la presidencia el 15 de noviembre, sin pena ni gloria, no pide disculpas, no se retracta, según él, hace caso al pueblo. Los congresistas salieron en uno a arrepentirse por su voto a favor de la vacancia, lamentablemente no todos. Lo siguiente era “brindar una solución”. Rocío Silva Santiesteban se presentó como la única lista a la votación en el congreso, sería ella quien asumiría como la nueva (y primer) presidenta del Perú. No se llegó a las votos necesarios. El Ccongreso, aparentemente asustado de las orientaciones políticas de Santiesteban, nos dejaba sin presidente un día más.
El Partido Morado, que se jacta constantemente de ser el único partido que votó en bloque como si significara algo, eligió por orden de Julio Guzmán a Francisco Sagasti para encabezar la lista de la mesa directiva congresal y asuma la Presidencia del Perú; ello significó el cese temporal de las marchas.
Diciembre comenzó con un panorama imposible de ignorar o comparar. Los peruanos que se dedican al desarrollo agrario en Ica salieron a protestar, pues las condiciones, los salarios y las horas de trabajo eran sencillamente insufribles. Lamentablemente, el Congreso de la República y su estupor atacaron de nuevo; una vez más tuvo que morir un joven, Jorge Muñoz Jiménez de 20 años, para que dieran solución.
Vivimos una historia circular, de 360 grados, y que indefectiblemente da nauseas. ¿Cuándo llegará el día en que realizar un avance en nuestra sociedad sea impulsado por el buen actuar de autoridades competentes y no por la muerte de un compatriota?
Este artículo va dedicado a los fallecidos y heridos de las marchas del 14N, las marchas de los compatriotas del sector agrario y la brigada de ayuda.