En la ocurrencia de un desastre, la educación restaura la vida cotidiana y da esperanza en el porvenir
UNESCO
En el 2009, la Comunidad Andina (CAN) publicó un interesante documento con alcances y recomendaciones respecto a los fenómenos naturales más comunes en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Dicha publicación, titulada “Atlas de las Dinámicas del Territorio Andino: Población y Bienes Expuestos a Amenazas Naturales”, menciona que cerca del 20% de la población peruana estaría expuesta a fenómenos naturales hidrometeorológicos, es decir huaicos, inundaciones y aludes. ¿La intención de esta publicación? Colaborar en la prevención de desastres causados por estos fenómenos.
Han pasado ocho años y, una vez más en la historia de nuestro país, un fenómeno hidrometeorológico ha ocasionado estragos catalogados como una “tragedia nacional”. Hemos visto puentes que se derrumbaron con tan solo la caricia de un río enfurecido Solidaridad se llamaba el pobre, el preocupante aislamiento de comunidades enteras; así como la bochornosa escases del agua en supermercados de zonas que ni siquiera están en emergencia. Todo esto denota, estimados lectores, la pobre cultura de prevención y planificación ante fenómenos naturales que tenemos los peruanos.
De acuerdo a la UNESCO, es de vital importancia que en el plan educativo de un país se incluya el enfoque de la gestión del riesgo, más aun en países propensos a sufrir los efectos de fenómenos climáticos, como Perú. Gracias a este enfoque, los alumnos pueden tomar una mayor conciencia sobre las causes y el efecto de los desastres. Las acciones de gestión del riesgo que se enseñen en colegios contribuirían a la construcción de una cultura para la prevención. A su vez, una cultura de prevención asegura el desarrollo sostenible del país, ya que empodera a aquellas comunidades en riesgo de sufrir desastres a poder responder eficientemente.
Pero antes de prevenir:
Debemos entender a qué se debe la magnitud de estos fenómenos naturales. El Fenómeno del Niño Costero (FENC) no es común. De hecho, se registraron sólo dos en el siglo pasado. El Niño Costero se da por el cambio en el sentido normal de las corrientes de vientos de sur a norte sobre el Pacífico, lo cual hace que las aguas de la costa este se calienten, generando la condensación del mar y por ende incrementando las precipitaciones. Este año, el Fenómeno se ha manifestado con gran fuerza en las costas del centro y norte de Perú, y Ecuador. Hasta este punto, a parte de poco usual, es inevitable.
Ahora bien, de todos los mecanismos de prevención, voy a enfocarme en el más profundo y quizá por eso, menos evidente: la reforestación. Lo cierto es que si existiera más forestación en las zonas costeras afectadas, la magnitud del efecto de las lluvias sería mucho menor, puesto que los árboles amortiguarían la caída de las precipitaciones y evitarían que la tierra se desprenda; es decir, se evitarían los huaicos.
Piensen en lo distinto que sería este inicio de año si los habitantes, los alcaldes y los gobernadores regionales de las zonas potencialmente amenazadas por el FENC, conocieran la importancia de tener más árboles y hubieran hecho algo por la reforestación en nuestras regiones. ¿Cuántos “desastres nacionales” más necesitamos vivir como sociedad para darnos cuenta del poder de la prevención? La realidad es que Perú no solo es un hermoso país con una gran biodiversidad; también es muy vulnerable a fenómenos climatológicos. Es lamentable que hayamos descuidado tanto nuestra formación para entender de qué manera podemos cuidar mejor nuestros recursos naturales y reducir nuestra vulnerabilidad frente a desastres.
Por otro lado, no olvidemos que en Lima Metropolina se ha ejecutado solo el 4.74% del presupuesto designado para prevención de desastres de este año. Y en esta misma región el FENC ya ha dejado 4,972 damnificados, 17320 afectados, 24 heridos, tres muertos y un desaparecido. Deberíamos llamar a esto ¿Ignorancia? ¿Falta de capacidad de gestión? ¿Trabas por burocracia dentro del Estado? La historia se repite en el resto de regiones más azotadas por el FENC, como se resume a continuación:
Finalmente, no podemos dejar de lado al eterno círculo vicioso de la pobreza, el asentamiento en lugares potencialmente vulnerables a inundaciones o huaicos, y el terminar siendo damnificados. La prevención y la reducción de la vulnerabilidad debe incluir también planes integrales para otorgar a las personas que actualmente viven en estas condiciones, herramientas para desarrollar su economía y así poder salir de este lamentable círculo vicioso.
El 2017 es otro año más a nuestra colección de años donde un fenómeno hidrometeorologico no nos agarró de sorpresa pero sí nos ganó. O mejor dicho, le ganó a nuestra falta de cultura de prevención y a nuestra técnicamente improvisada planificación. Y esto no le compete solo a “las autoridades” o a “los damnificados”. Nos compete a todos. ¿Qué pasa si en el futuro las zonas intactas hoy, se convierten también en zonas de emergencia? Quizás entonces la sociedad entera empiece a plantearse la importancia de la prevención.