Tras la vacancia de Martín Vizcarra, seguida por 5 días accidentados de gobierno de Manuel Merino, y finalmente la elección de Don Quijote Francisco Sagasti como Presidente interino, muchos nos hemos quedado con la duda de si la “vacancia presidencial” es un mecanismo legítimo en una democracia. Bueno, te contamos que la vacancia, o impeachment, es una institución presente en otras grandes democracias occidentales. En este artículo, estimadísimo lector que sigue buscando chamba, te contaremos cómo funciona, en qué contexto es aplicable y algunos precedentes para que ojalá tomemos algo de perspectiva internacional sobre este tema.
¿Cómo funciona en EE.UU.?
La democracia norteamericana cuenta con este mecanismo estipulado en su constitución y, a la fecha, solo 3 presidentes han pasado por este proceso: Andrew Johnson (1868), Bill Clinton (1998) y nuestro querido Donald Trump (2019). De hecho, Nixon también estaría en la lista, pero renunció antes de iniciado el proceso a lo PPK. Este mecanismo no es de aplicación común, como te habrás dado cuenta. A continuación, te contaré los requisitos y el contexto que hace falta para que un presidente gringo sea mandado a su casa.
Primero, según The New York Times, el impeachment aquí se trata de un juicio político: no es necesaria una investigación o sentencia de carácter judicial, sino que, consiste de una decisión que debe tomar el congreso y el senado por votos. Ahora, esta decisión debe (en teoría) estar basada en un “alto crimen o falta grave”. Este concepto viene de la tradición del derecho consuetudinario británico, pero para no aburrirte extendernos, en resumen, esto implica un “abuso de poder”, el cual no necesariamente debe implicar un crimen.
En esencia, el proceso consta de una investigación por parte del Comité Judicial, para que luego, el pleno pueda votar por acusar al presidente por lo que se le impute. De conseguir los votos, la acusación pasa al Senado, dónde se inicia el juicio político y, de conseguir dos tercios de votos a favor de condenar, el presidente es destituido.
Y en Brasil…
En Latinoamérica no somos ajenos a las crisis políticas. Brasil también tiene el mecanismo del impeachment, el cual ya ha sido usado algunas veces. De hecho, fue aplicado con efectividad hace algunos años: Dilma Rouseff fue sacada del cargo en el 2016 bajo esta modalidad, tras ser acusada de violar las leyes fiscales. En concreto, se le acusó de usar recursos del fisco para beneficiar programas sociales y promover su reelección.
Pero, ¿cómo funciona la destitución presidencial aquí? En realidad, es similar a la de EE.UU.: inicialmente, pasa por una comisión del Congreso, para, al final, terminar en las manos del Senado. La diferencia es que el Senado vota en tres ocasiones: primero para comenzar el proceso, luego para acusar, y finalmente para decidir la destitución. Pero, en esencia, aquí también se trata de un juicio político.
En Francia sucede algo distinto
En el país galo pasa algo diferente: ya no se trata de un juicio político, sino de una acusación fundamentada en esencialmente un tema: una violación de la constitución. Según el experto constitucional francés, Didier Maus, haría falta que el presidente bloquee el funcionamiento de las instituciones o la aplicación de la constitución para que pueda ser destituido.
Ahora bien, también según Maus, es técnicamente posible que este mecanismo se transforme en un juicio político, pero sería políticamente irreal. Hay que sumarle también que este proceso resulta bastante engorroso, pues deben pasar múltiples pasos donde intervienen el Parlamento, la Corte Suprema y la Comisión de Derecho. De pasar estos filtros, el Parlamento debe reunirse en la Corte Suprema y lograr dos tercios de los votos para poder destituir al presidente.
En conclusión
El mecanismo del impeachment, cabe resaltar, es una institución presente en muchas democracias occidentales (te dejo aquí un paper buenísimo por si quieres continuar investigando). Sin embargo, en la mayoría de casos se entiende que esto es una bomba nuclear al sistema político y, por tanto, no resulta fácil llegar a este punto. Además, los requisitos suelen ser bastante claros y no deja lugar a ambigüedades: o se trata de un explícito juicio político, o se trata de una violación objetiva de una ley (o de la constitución), la cual desencadena el tan mencionado proceso de destitución presidencial.
Edición: María Fernanda Tumbalobos