Quién no ha leído esos posts de “ztudios 100tifikos” que te dan esperanza afirman que comiendo salchipapas y tacos podemos bajar de peso. Otros afirman que tu pata el desordenado, ese que no limpia su cuarto hace años, es más inteligente que el promedio. También hemos leído que lugares con menor PBI per cápita tienen mayor delincuencia y, por lo tanto, son más peligrosos. ¿es esto cierto? ¿cuándo estas relaciones son “reales” y cuando no? ¿cuándo una variable es causa de otra?
Para ilustrarlo, este economista encontró la página “Spurious Correlations” que, traducido al español, quiere decir correlaciones espurias. ¿Qué es esta tremenda “marcianda”? En primer lugar, debemos entender que la correlación es una medida estadística de qué tan relacionadas están dos variables (¿muy evidente no? Jejeje). En consecuencia, podemos definir este concepto, que ahora forma parte de tu amplio y exótico vocabulario, como una relación entre dos variables que carece de sentido lógico. Por ejemplo, en dicha página podemos encontrar correlaciones entre el gasto de Estados Unidos en ciencia, espacio y tecnología, con el nivel de suicidios por ahorcamiento, estrangulación y sofocación (99.79%) o entre el consumo per cápita de queso y el número de personas que murieron por enredarse con sus sabanas (94.71%).
¿Pero, acaso no es evidente que estas relaciones no tienen sentido? Como buen economista, la respuesta será un gran “depende”. El problema yace sobre el contexto y los sesgos que podemos tener, pues podrían ocultar alguna relación espuria o justificarla de forma equivocada.
Ejemplo de ello es la correlación de 66.6% entre el número de personas que se ahogaron por caerse en una piscina y la cantidad de películas en las que apareció Nicolas Cage. A pesar de tener una relación sorprendente, no se puede pensar en alguna forma de relacionar ambos fenómenos (a menos que pensemos que sus actuaciones fueron tan malas que fomentaron la muerte). Por lo tanto, si viéramos un artículo en internet titulado “¡Nicolas Cage incentiva al suicidio!” tendría un fundamento en la data, mas no una explicación. Este es un caso irrisorio.
Ahora pensemos en otro escenario. Supongamos que te encuentras en una discoteca y observas dos fenómenos: el barman se encuentra muy cansado y hay gran cantidad de chicos que han sido “choteados” por alguien. Por lo tanto, podríamos encontrar una relación significativa y positiva entre el nivel de agotamiento y el de rechazos. A priori no podemos decir que existe causalidad, es decir, que más chicos sean rechazados no hace que se canse el barman. No obstante, la razón podría ser que la masiva asistencia esa noche generó el agotamiento del staff y aumentó el número de veces que invitaron a bailar a las chicas (y por lo tanto el número de rechazos). Entonces tenemos una variable (asistencia) que causa los dos fenómenos, no uno al otro.
En el ejemplo anterior era poco probable inferir causalidad, pero el contexto era más realista. Pongamos un caso donde sea más probable inferirla erróneamente. ¿Qué pasaría si es que empezamos a rezar… y mucho? Para los más fervientes de la religión, podría significar que Dios sería más bondadoso con nosotros.
Te presento al economista de Chicago, James Heckman, y su paper titulado The Effect of Prayer on God’s Attitude Toward Mankind. Aquí él usa métodos econométricos para estimar el efecto de nuestras plegarias sobre una variable no observable: la actitud de Dios frente a la humanidad. ¡Una no observable! ¡Es como querer ver el efecto de tener una pelea con tu pareja en tus notas sin siquiera saber cuales son estas!
Lo interesante es que logra encontrar una relación importante y obtiene un resultado que concuerda con la intuición: rezar poco tiene un efecto negativo en la actitud de Dios, mientras que hacerlo en gran medida tiene el efecto contrario. Entonces, con el resultado de la data se confirman nuestras sospechas: debemos rezar más para salvar la bica.
En consecuencia, como dice el personaje de Hayek en el rap “Fight of the Century: Round Two”, podríamos usar la econometría para confirmar nuestros sesgos basados en una teoría o intuición previa.
Error que se intensifica cuando estos se consideran “justificados”. En economía conductual y psicología, este fenómeno se denomina “Cascada de Disponibilidad” y consiste en la repetición de información de forma que se siente un incremento en su trascendencia. Un ejemplo claro en la actualidad es el rebote de las noticias acerca de crímenes cometidos por venezolanos. Tal es el grado de difusión de esta información, que adquiere validez para los ciudadanos, quienes podrían asociar el aumento de la delincuencia con la migración venezolana. En el peor de los casos, diremos que una causó a la otra (que es, de hecho, parte del argumento de muchas personas).
En conclusión, el negocio de encontrar causalidad usando intuición y correlaciones es peligroso. No solo podríamos creer en falacias, sino que podríamos actuar de forma equivocada en base a esto. Por eso, antes de adoptar una postura o emitir una opinión respecto a un tema, se analítico e intenta ver si no te están convenciendo de una causalidad vagamente justificada.