“Con el pretexto de “romper con la habitual esencialización y/o estigmatización de las mujeres que fueron miembros de los grupos subversivos”, unos sujetos que se presentan como investigadores sociales pretendían usar el Lugar de la Memoria para presentar a delincuentes terroristas cómo luchadores sociales, este 30 de agosto, según un informe del portal Manifiesto.”

Con este párrafo es como el portal web del conocido diario La Razón (cuya tendencia política es también conocida) inicia el reporte del 23 de agosto de lo que, según el título, se entiende como un “evento proterrorista” felizmente frustrado por el Ministerio de Cultura: la presentación del libro Género y conflicto armado en el Perú, publicado bajo el sello editorial de La Plaza Editores y cuya autoría pertenece a un grupo numeroso de docentes e investigadores reconocidos, tanto peruanos como extranjeros. El portal del diario Expreso se suma a la causa, pues la forma como difunde y narra el mismo suceso es particularmente similar (basta con leer el título “Apología proterruca”). Si se lee y compara con algo de detenimiento ambas redacciones, resulta interesante el uso de casi los mismos recursos para causar alarma e indignación en el lector: poner en cuestión el “interés” de los autores, destacar sus afiliaciones políticas pasadas y menospreciar su labor profesional.

Pero la alarma de la que ambos diarios, de evidente afinidad política, quieren dar cuenta es en realidad esperable por parte de estos. No se puede negar que el libro, desde su título, genera de inmediato gran polémica. Y esto avanza si, al leer su interior, se confirma la presencia de varios conceptos o nociones correspondientes a esa terminología política e ideológica que ahora posee básicamente el status de tabú, palabras prácticamente impronunciables, porque recuerdan el terror de escala nacional en el que se vivió hace casi tres décadas. La razón de la presencia de este tipo de contenido es a todas luces visible y hasta obvia: el libro recoge testimonio de varias mujeres que fueron agentes directos de la violencia. No obstante, no hay que dejar de lado una de la premisa central del texto: justamente por haber sido sus agentes directos, también fueron receptoras de sus manifestaciones más solapadas e invisibles.

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“La violencia genera más violencia” es un dicho que escuchamos casi a diario, e incluso leemos en los acalorados debates entre usuarios de Facebook. Como todo dicho, lo que afirma es un patrón de más evidente: en concreto, supone ser simplemente lógico(a) comprender que estas testimoniantes, productoras de violencia, vivían y participaban de un entorno inherente y extremadamente violento y, por tanto, eran simultáneamente víctimas de lo que, en este entorno, se entendía como superior o dominante. Sí, en pocas palabras, de sus “compañeros” masculinos.

Esto no supone, valga rescatar, ningún tipo de justificación ni mucho menos de victimización de quienes cometieron crímenes de forma evidente. Simplemente supone, nuevamente, utilizar algo de lógica, sobre la estrecha relación de lo presentado en este libro con realidades y problemas sociales cuyo carácter de urgencia ha sido recién hace poco reconocido. Específicamente, con el machismo y la violencia de género en la sociedad peruana. Género es pues esa palabrita que ciertos sectores de esta sociedad también la habían convertido en tabú y cuyo significado, a raíz de la actual visibilización de la violencia a través de la denuncia individual y colectiva, han tratado de desvirtuar al equiparar “enfoque de género” con “ideología de género”. El ejemplo más reciente y evidente es el papelón de la señora K(eiko Fujimori) en su entrevista para un programa de RPP.

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Tratar conjuntamente temas tan temidos como “género” y “terrorismo” o “conflicto armado” no es un obstáculo para la tan ansiada reconciliación nacional. Al contrario, permite concretizarla, pues permite profundizar la comprensión de dinámicas sociales que tanto daño le hicieron al Perú, proceso crucial para no repetir ese terror sobre el que aún nos resistimos a hablar. Estas mujeres, si bien agentes de sucesos terribles, son solo un eslabón más de la cadena de receptoras de la violencia que el machismo ha producido en el país. Un machismo que, ahora más que nunca lo sabemos, no era exclusivo de Sendero Luminoso o el MRTA: era y es un machismo que lo encontramos en cada esquina, en cada silbido que nos pone alerta mientras caminamos por la calle.

El Lugar de la Memoria es una institución que entre sus principales misiones tiene la de activar debates públicos sobre las propuestas que esta misma presenta en relación al necesario ejercicio de la memoria. La discusión y, para el caso particular, la lectura de estos temas se vuelve un imperativo para una sociedad que se sabe necesitada de cambios, especialmente cuando los feminicidios por medio de gasolina y encendedores no dejan de repetirse. Los productos artísticos y académicos son pues importantes si generan discusión y debate, más allá de las posiciones y tendencias políticas. Reconfiguraciones como las que pretende activar Género y conflicto armado en el Perú son productivas porque son polémicas en sí mismas. En ellas hay una posibilidad de profundizar en los horrores de la historia que, lamentablemente, aún siguen siendo vigentes.