El fin de semana pasado se publicaron dos encuestas de opinión acerca de las preferencias electorales para las elecciones generales del próximo 11 de abril. De ambas, se puede sacar una conclusión: sin lugar a dudas, esta campaña aún no ha “calentado” (por no decir que está más fría que un tempano de hielo). El COVID-19, la cuarentena, la crisis social y económica, junto con nuestras amadas metidas de pata del Congreso, han mantenido distraída a la ciudadanía. Esto ha generado que la elección del futuro presidente del Perú pase a un segundo plano. Sin embargo, esto no debería de ser así: será el próximo presidente quien tenga que lidiar con el COVID-19, con la campaña de vacunación y recuperar la economía. En las siguientes líneas, Voz Actual te ayudará a repasar los resultados de ambas encuestas (CPI e IEP) y sacaremos algunas conclusiones útiles a poco más de dos meses de las elecciones generales:
En primer lugar, la única posición asegurada es la del líder. Ambas encuestas señalan a George Forsyth (Victoria Nacional) como el puntero. Sin embargo, la intención de voto del exfutbolista dista mucho de asegurarle la presidencia del Perú. De acuerdo con el IEP, si las elecciones hubiesen sido el fin de semana pasado, Forsyth tendría el 13.3% de los votos, mientras que para el CPI el exalcalde de La Victoria obtendría el 10.1%. Estos resultados, ¿son una buena noticia para Forsyth? Comparemos su porcentaje de intención de voto con los candidatos que lideraban las encuestas en las últimas 2 elecciones. Por ejemplo, en 2011 (año de la elección de Ollanta Humala), Alejandro Toledo lideraba las encuestas con 27% de los votos. Mientras que, en el 2016, el año del inicio de este quinquenio maldito, Keiko Fujimori lideraba con el 35% de la intención de voto.
De esta comparación histórica solo se puede concluir una cosa: nada está dicho. Con la menor intención de voto para un primer lugar de los últimos 20 años, Forsyth podría perder fácilmente su posición. Mientras se le siga investigando y conociendo su pasado, la ciudadanía podría retirarle su respaldo fácilmente. Ya un ejército de periodistas se ha lanzado a investigar sus antecedentes. En segundo lugar, podemos colegir de las encuestas algo muy importante: después de Forsyth, no hay todavía un candidato que le haga frente. Hay 5 candidatos, de todos los espectros políticos, que están dentro del margen de error. Así, tanto Verónika Mendoza (Juntos por el Perú), Julio Guzmán (Partido Morado), Yonhy Lescano (Acción Popular), Hernando de Soto (Avanza País) o Daniel Urresti (Podemos Perú), podrían potencialmente ubicarse en el segundo lugar e, incluso, desplazar fácilmente a “Forzay”.
Lo que sí es claramente visible, es que la segunda ola de COVID-19 y los problemas de gestión para la llegada de la vacuna al Perú están pasándole la factura a la candidatura de Julio Guzmán, que ha caído 4.5% frente a la última medición del IEP. Este descenso sería producto de la asociación de la candidatura de Guzmán (Partido Morado) con la gestión del presidente Francisco Sagasti, quien también pertenece a dicho partido. Según el IEP, la aprobación del presidente pasó de 58% a 21% en un mes (¡37 puntos menos!). Así, por el “efecto arrastre” del llamado “Gobierno Morado”, Guzmán parece estar en caída libre. Lamentablemente, al haber asumido el pasivo de la vacancia de Vizcarra, el Partido Morado parece haberse inmolado de cara a las elecciones generales.
¿Qué podemos concluir de estos resultados?
Lo que nos revelan las encuesta del IEP y CPI es que existe una gran desafección de los peruanos por la política, los partidos políticos y el sistema en general. Esta desafección no es un fenómeno nuevo. En el Perú, existe una crisis de representatividad desde la época del presidente Alberto Fujimori, cuando colapsó el sistema partidario peruano. Desde entonces, los partidos políticos se han debilitado año a año, hasta convertirse en “vientres de alquiler” donde no existe vida partidaria ni ideología, lo que se traduce en el pobre nivel de los candidatos que llegan a los cargos de elección popular. Si existiesen partidos sólidos, los sistemas de sanción internos se encargarían de depurar a los malos elementos. Asimismo, los partidos contarían con cuadros técnicos que les permitirían una adecuada gestión pública (en castellano: tendríamos gente competente que hubiese negociado las vacunas hace meses y no le hubiesen dejado la “papa caliente” al presidente Sagasti).
Esta crisis de representatividad se ha visto potenciada por la coyuntura actual: el COVID-19 nos hace pensar que la política debería estar en un segundo plano. Sin embargo, no debe ser así:
1) Tomémonos el trabajo de investigar y conocer a nuestros candidatos. Esto nos permitirá tomar una decisión informada.
2) Recordemos que votamos por partidos, no por personas. Cuando votamos por un candidato popular, estamos “arrastrando” a los otros candidatos de su partido.
3) Votemos por el mismo partido para la Presidencia y el Congreso. No generemos “mezclas” como la de PPK y Fuerza Popular en 2016 (cuyos resultados conocemos de sobra).
4) Vayamos a votar. Es difícil por la pandemia. Da miedo. Sin embargo, si al próximo presidente lo eligen pocos peruanos, este carecerá de legitimidad para gobernar y tendremos un nuevo quinquenio perdido.