Con relación al reciente fallecimiento del famosísimo Dr Hawking, les traigo mi experiencia con el mismo.
Todos conocemos acerca del, ahora difunto, Stephen Hawking; sabemos perfectamente que se movilizaba en una silla de ruedas todo el tiempo, podemos imitar su voz robótica (también de la silla) y lo hemos visto en varias series de televisión. Sin embargo, pocos conocemos su trabajo como científico, con todas sus cremas, así como las dificultades que su enfermedad le trajo (aunque hayas visto la película).
Este físico nacido en la mitad de la segunda guerra mundial es mayormente conocido por su enfermedad, la esclerosis lateral amiotrófica -esa misma por la que hace unos años todos nos tirábamos baldes de agua con hielo encima, como tarados. Esta enfermedad le fue detectada a sus jóvenes 21 años e incluso le dijeron que viviría no más de siete años, si acaso tenía suerte. No obstante, gracias a dietas especiales, tratamientos musculares y mecanismos de ayuda respiratoria; nuestro querido Stevie llegó a vivir hasta los 76 años, superando hasta las más optimistas expectativas.
Pero no es sólo por su enfermedad que “robo-doc” se volvió conocido. Por lo menos, no en el mundo científico. Este famoso personaje de la ciencia saltó al estrellato de la física (o sea, empezó a ser reconocido como por veinte personas) cuando apostó una suscripción anual a Penthouse con el actual premio nobel de física, Kip Thorne, a que no se podía probar la existencia de los agujeros negros. Por suerte para nosotros -aunque no tanto para el Hawk, ya que perdió la suscripción- lo logró y, con ello, se catapultó a la tan esperada fama científica.
Además, el señor Hawking fue quien nos enseñó que los agujeros negros no son negros en realidad. Dafak? Pues, verás, comúnmente se tiene la idea de que un agujero negro es un ser tan masivo que absorbe todo lo que está cerca, incluyendo la luz. Y, bueno, eso no está del todo correcto, pues nuestro paladín de la física logró probar, con varios cálculos que involucran física cuántica, que los agujeros negros deberían emitir algún tipo de radiación; por lo que no serían enteramente negros y, con el paso de mucho tiempo (y hablo de muuuucho tiempo) se evaporarían.
*Trigger alert*
Cosa curiosa, los éxitos de Hawking no continuaron como se esperaban, ya que fuera de sus no pequeñas contribuciones al conocimiento de los agujeros negros, nuestro amigo no ha hecho las maravillas que uno esperaría en el campo de la física. Y lo digo sin ánimos de desmerecer al hombre; pero, salvo por los libros que hizo para educar a la plebe, sus contribuciones a la ciencia en los últimos treinta años se reducen a mera publicidad.
Entonces, si no ha realizado taaaantas contribuciones a la ciencia como, digamos, papi Einstein, ¿por qué se le suele comparar? Bueno, es porque Hawking ha sido reconocido más por ser figura pública que científico. Esto es por su gran carisma y humor, así como por ser una persona con los pies en la tierra -bueno, no literalmente. Más importante, por la imagen, como discapacitado, de la dicotomía entre mente y cuerpo. Es decir, su estado daba la imagen perfecta de que uno puede cultivar uno sin el otro (como ciertos programas que no voy a mencionar).
Aún así, la mente del protagonista de nuestro relato no era inmune al paso de los años. Durante la última década se fue notando su decadencia, evidenciada por su gran paranoia hacia los aliens y a la inteligencia artificial, declarando en más de una ocasión su firme creencia de que íbamos a ser conquistado por alguno si lográbamos hacer contacto.
A pesar de sus quizá absurdas creencias, Doc Hawk siguió contribuyendo al mundo científico de una manera más social y académica. Como cuentan varios científicos y matemáticos, las personas podían acudir a Hawking con una nueva teoría que podría revolucionar el mundo, pero prontamente veían sus sueños destruidos por algún pequeño error en sus cálculos. Asimismo, el doc siguió enseñando clases y dando conferencias hasta prácticamente el día de su muerte.
Así que, ahí lo tienen. Stephen Hawking, PhD, fue una mente brillante, que ha contribuido bastante al mundo, no tanto con sus teorías, sino sembrando las semillas que nos brindarán un futuro de jóvenes entusiasmados con las ciencias -como quien les escribe.
Por eso y por haber sido un ejemplo de la constante lucha por el crecimiento intelectual, te doy las gracias, Hawking. Que tu recuerdo siga siendo inspiración para los futuros científicos.