Se acaba de cumplir un año de la decisión final de retirar a Dilma Rousseff de la oficina presidencial en Brasil. Mientras tanto, el nuevo presidente, Michel Temer, parece estar en apuros similares. ¿Exactamente cuánto ha cambiado Brasil y qué se puede esperar en el futuro cercano?
Un año después del impeachment de la exmandataria brasilera Dilma Rousseff, Brasil se encuentra en un ambiente político similar al peruano: las investigaciones de Lava Jato y Odebrecht los están revelando cada vez más involucrados en los casos de corrupción y el presidente Michel Temer parece poder seguir los pasos de Dilma. Las denuncias de quienes antes eran sus compañeros de bancada no solo revelan el cambio de políticas que está llevando a cabo, sino también el panorama de inestabilidad política que están viviendo nuestros vecinos orientales.
Para comenzar, es importante resumir los eventos del impeachment e iniciar por una crítica hecha durante el proceso: miembros de la alianza parlamentaria oficialista estaban promoviendo un mecanismo que sacará a la presidente para que el vicepresidente asumiera el cargo. Obviamente, esta aseveración connotaba que el gobierno de Temer seguirá las mismas políticas y artimañas que estaba implementando Rousseff y transmitía pocas esperanzas de un cambio real. Sin embargo, es preciso especificar que Michel Temer pertenecerá al Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), organización de centro que había entrado en una alianza electoral junto con el Partido dos Trabalhadores (PT), miembro de la alianza bolivariana del Foro de São Paulo.
El asunto inició cuando se reveló que Dilma Rousseff se encontraba involucrada en la operación Lava Jato respecto a los actos de corrupción en Petrobras. Los partidarios del PMDB ya se encontraban insatisfechos con la dirección en la que se había estado moviendo el país e intentaron catalizar el descontento para revertir las políticas del PT. El líder político Michel Temer logró organizar al partido con el fin de romper oficialmente con el gobierno como expresión de rechazo a la corrupción acontecida. Como ya sabemos, el resultado fue la destitución definitiva de Dilma Rousseff y el ascenso al mando de Temer.
¿Recuerdas que hubo quienes creían que el gobierno de Temer iba a seguir la misma línea? No fue así. En su primer día como presidente, él resumió en una frase lo que pretendía como política del resto de su gobierno: “Tenemos que privatizar todo lo que sea posible.” ¿Ahora entiendes por qué Telesur lo está criticando de “usurpador neoliberal”? En efecto, ahora la bancada oficialista incluye partidos que anteriormente se encontraban en la oposición como los Demócratas. Se enmendó la constitución para reducir drásticamente el techo del gasto público – que, siendo Brasil, puedes tener la seguridad de que se va principalmente a la corrupción. Una reforma laboral aprobada el 11 de julio flexibilizó el rígido sistema que había estado en vigencia anteriormente. Los resultados, desde una perspectiva económica, son claros: la inflación se ha reducido del 12% al 4% y el desempleo está cayendo. Por otro lado, no puedes mantener a todos felices cuando cierras 10 ministerios y despides 4000 funcionarios federales, quienes se están sumando al movimiento de oposición.
El gran pero acá es que los casos de corrupción parecen también implicar a Temer, quien ya está en la lista de investigación por Lava Jato debido a audios con los hermanos Batista, magnates de la producción de carne y frigoríficos. Para su mala suerte, en el PT no se encuentran tan felices con la jugada GoT/HoC que ha hecho Temer. Dilma Rousseff todavía cuenta con cierto apoyo y podría pagarle con la misma moneda a su otrora aliado. La retórica del gobierno golpista/ilegítimo es bastante fuerte entre los sectores de izquierda y puede ser fácilmente unida a las críticas contra Odebrecht. Han denunciado a varios ministros por este motivo (esto parece ser un tema regional) y solo es con el apoyo parlamentario y del Poder Judicial que se está manteniendo el foco de poder en el ejecutivo.
Los opositores por lo menos se pueden regocijar en que no queda mucho tiempo del gobierno actual y Temer tiene pocas posibilidades en la carrera del 2018. La encuestadora Datafolha ha sondeado la intención de voto y las elecciones parecen augurar una victoria segura para el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien siempre ha tenido su fanbase en en la empobrecida región del norte. Como panorama de las siguientes elecciones, los candidatos del Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB) pueden ser Jõao Doria o Geraldo Alckmin. Ambos grandes líderes en la ciudad de São Paulo representan la fuerza política de la democracia cristiana que ha sido la que apoyó a Michel Temer en el impeachment. Después, se encuentra Marina Silva, quien convirtió al Partido Verde en el tercer partido con más votos tanto el 2010 como el 2014. Ella ha salido del partido para formar Rede Sustentabilidade, así como anteriormente ya había sido del partido de Lula. Sin embargo, su ambivalencia en el impeachment puede que le llegue a jugar una mala pasada. El multimillonario Jair Bolsonaro podría ser descrito del modo más sencillo como una mezcla entre Donald Trump y #conmishijosnotemetas. Se proyecta como segundo, y la fuerza de las iglesias evangélicas podría levantarlo lo que necesita para derrotar a Lula. Por último, Sérgio Moro, el juez que lideró la investigación de Lava Jato, parece tener oportunidades de pasar a la segunda vuelta si es que decide participar.
En base a ellos, podemos especular que podríamos tener una segunda vuelta de Lula vs. Bolsonaro o Lula vs. Moro, por lo cual podemos esperar que Doria, Alckmin y Silva se queden sin lo que necesitan para la presidencia. Hay un tercer caso en el que ningún político resulta haberse involucrado en el caso de corrupción Petrobras. Ahí tendríamos Silva vs. Bolsonaro; pero, siendo Brasil, podemos descartar este escenario por asumir que la corrupción involucra solo a una pequeña parte de la clase política (hue hue hue). Los sondeos de segunda vuelta muestran que solo Moro podría derrotar con relativa certeza a Lula; pero, de nuevo, no debemos olvidar la fuerza de los movimientos evangélicos radicales en la política latinoamericana (#NoALaIdeologíaDeGenero), por lo que Bolsonaro tampoco podría estar tan lejos del poder. Si a ello le agregamos el fuerte antivoto que tiene, podría generar un “efecto Keiko” que le haga imposible la reelección. Más aún, Lula tiene cinco investigaciones abiertas y, con el judicial que apoya a Temer, no sabemos si podrían por fin encarcelarlo. Probablemente el PT no logre un candidato tan convincente y Bolsonaro termine contra Moro o el candidato del PSDB, pero habrá que esperar para saber.
Brasil está en una situación muy complicada en este momento con las investigaciones por corrupción que parecen involucrar a todos y movimientos políticos populares que están debilitando la estabilidad política. En mi opinión, el impeachment ha tenido un impacto positivo, si bien este se verá recién a largo plazo. La corrupción se mantiene en la política brasilera, pero Temer tiene el poder de hacer que sus reformas tengan un impacto si las implementa rápidamente y mitiga lo suficiente el poder de movimientos de ultraizquierda y ultraderecha. Al evitar ambos extremos, es posible mantener la transparencia al no contar con grupos disruptivos que le hacen un desmérito a las críticas contra cualquier figura política. Además, comparando en cómo va en ello con Kuczynski, está siendo mucho más efectivo tanto en introducir reformas necesarias como en controlar la oposición a ellas. Puede ser que un impeachment no sea suficiente para destruir un país, como dicen quienes se refieren a él como un golpe de Estado (Telesur). Si lo que está pasando ahora indica algo, es que lo que daña más a la larga es no afrontar los asuntos que están delante y preocuparse más en la opinión pública. Puede que Temer no sea el presidente que Brasil merezca (ni quiera), pero es el que necesita (dentro de los que puede tener).