El 19 de enero, Muhammadu Buhari, septuagenario presidente de Nigeria, viajó a Inglaterra para unas “vacaciones” de diez días, las cuales fueron extendidas indefinidamente para que reciba tratamiento médico por una condición no revelada. El 10 de marzo, cuarenta días más tarde de lo previsto inicialmente, Buhari regresó en medio de una gran incertidumbre sobre su estado de salud y su capacidad para gobernar a una nación que afronta su primera crisis económica en 25 años.
Buhari, un general en retiro que gobernó Nigeria entre 1983 y 1985 luego de un golpe de Estado, fue elegido presidente democráticamente en 2015, tras fracasar en las elecciones de 2003, 2007 y 2011 #ElQueLaSigueLaConsigue. Su campaña se basó en tres pilares fundamentales: mejorar la seguridad del país, combatir la corrupción y diversificar la economía nigeriana, dependiente del petróleo. Al día de hoy, el progreso en los primeros dos ha sido irregular; en el tercero, desastroso.
En el noreste, Buhari ha logrado arrebatarle el control de las grandes ciudades al grupo yihadista Boko Haram, quienes a través de métodos terroristas como bombas, asesinatos y secuestros intentan imponer la ley Sharia en Nigeria. Sin embargo, no están “técnicamente derrotados”, como el presidente ha afirmado previamente, pues aún poseen una presencia importante en el campo. Por otro lado, los oleoductos del Delta de Níger, región meridional abundante en petróleo, han sufrido múltiples ataques y sabotajes por parte de militantes que quieren una tajada de los ingresos del crudo.
En el frente de la corrupción, Buhari ha potenciado la Comisión de Crímenes Económicos y Financieros (CCEF). La CCEF ha arrestado a varios funcionarios del régimen anterior. El más destacado es Sambo Dasuki, ex asesor de seguridad nacional, quien enfrenta cargos por realizar contratos falsos por USD dos mil millones. Sin embargo, los peces gordos AlanCtm no caen. Además, los problemas de corrupción no están limitados al gobierno federal. Por ejemplo, los gobiernos regionales y locales, que reciben la mitad de la recaudación, no hacen públicos sus presupuestos.
Finalmente, el manejo económico ha sido desastroso. Es cierto que Buhari heredó una economía durante un período en el que el petróleo, generador del 90% de las exportaciones y el 70% de los ingresos fiscales de Nigeria, se desplomó de casi $100 dólares por barril hasta $50 el día de hoy. Sin embargo, en vez de ajustarse a la realidad y permitir una devaluación, Buhari se empeñó en mantener el naira, la moneda nigeriana, a un tipo de cambio sobrevaluado e insostenible con respecto al dólar. Prohibió la importación de una amplia gama de productos para reducir la demanda por moneda extranjera, pero el efecto ha sido que las empresas, hambrientas de dólares para importar sus insumos, han tenido que recurrir al mercado negro o, en el peor de los casos, suspender sus operaciones
El resultado ha sido la primera contracción anual de la economía nigeriana en 25 años (-1.5% en 2016), el nivel de inflación más alto de los últimos once años (18.7%), además de tipos de cambio diferenciados y controles cambiarios muy severos que fomentan el desarrollo de un mercado negro donde el dólar cotiza 60% por encima del nivel oficial, incentivan la corrupción (¿alguien dijo dólar MUC?), distorsionan los mercados y ahuyentan a los inversionistas. Como respuesta a esta crisis, y durante la ausencia de Buhari, Nigeria ha tomado ciertas medidas bajo el liderazgo de Yemi Osinbajo, el vicepresidente. En primer lugar, implementó un plan de recuperación de corto plazo que busca mejorar el ambiente para los negocios. En segundo lugar, el gobierno vendió bonos por mil millones de dólares y liberó parcialmente el mercado cambiario. Además, lanzó un prometedor, aunque tal vez muy optimista, plan de recuperación económica para el período 2017-2020. Finalmente, Osinbajo ha inyectado en el gobierno la energía que el letárgico Buhari carecía, como demuestra su visita a la región del Delta de Níger.
El estado de salud de Buhari trae a la memoria a PPK el recuerdo de su predecesor Umaru Yar’Adua, quien falleció durante su mandato en 2010, tras un largo periodo enfermo e incapacitado para gobernar y desató una crisis constitucional al no haber delegado su poder. Buhari ha vuelto para dar la cara frente a su nación, pero nadie conoce la gravedad de su condición ni si será capaz de gobernar efectivamente. La historia no tiene por qué repetirse. Sin embargo, su larga ausencia ha demostrado que Nigeria cuenta con un seguro de vida en las manos del vicepresidente Osinbajo.