Si alguna vez alguien nos confiesa que le gusta escuchar a Beethoven, es casi seguro que no sabremos nunca sobre sus gustos musicales o el tipo de música que prefiere escuchar habitualmente. Todas las clasificaciones musicales calzan a la perfección en los grandes compositores clásicos, salvo para Beethoven. Tenemos a Bach y Vivaldi, exponentes máximos del Barroco. Está Mozart, representante por excelencia de la música clásica. Chopin, Liszt, Schubert y Wagner, los románticos del siglo XIX. Iniciado el siglo XX, destacan Stravinski, Bernstein y, Schoenberg. Y luego está Beethoven —inclasificable, atemporal, solitario—, cuya obra musical sigue omnipresente a 250 años del aniversario de su nacimiento; y a quien este 2020 son dos las ciudades las que le rinden homenaje: Bonn (Alemania), ciudad en la que nació, y Viena (Austria), donde transcurrió la mayor parte de su vida, hasta su muerte.
Se dice comúnmente que la mayoría de genios usa máscaras para esconderse de la realidad. Ludwig van Beethoven (1770-1827) no forma parte de este grupo. Su música es tan universal que cualquier niño podría tararear sus más conocidas sinfonías —empleadas como música de fondo en series, películas, adaptaciones infantiles, etc. —. Además de eso, se conocen a detalle las facciones de su rostro (una gran cantidad de retratos realizados en vida), su terrible temperamento, y sus terribles amores y desamores.
Su vida, tanto como su música, es de gran complejidad y sufrimiento, pero es en medio de todo ese enredo y desorden donde logra cautivar instantáneamente hasta llegar al corazón. Tomemos el caso de la sonata “Claro de luna”, acaso la pieza máxima con la que todo enamorado se identifica a plenitud. Es precisamente un canto al amor por la manera en que logra combinar la delicadeza, desesperación, melancolía y felicidad. Se dice que Beethoven dedicó la pieza a una de las muchas mujeres que amó en su vida. De igual manera, su drama personal es inquietante. Alcoholismo, mala salud, sordera, problemas financieros, un amor imposible y muchos otros que no logró consumar.
“La música de Beethoven se dirige al ser humano en su conjunto, a la razón y al cuerpo”, plantea el musicólogo Benjamín Walton, de la Universidad de Cambridge. Con una sordera irreversible se vio en la necesidad de percibir la música por medio de su cuerpo y sus movimientos. El estudioso inglés señala la importancia del ritmo para Beethoven, e incide en la manera en que hoy su música suena como si fuera fácil de tocar. “Beethoven hizo saltar las fronteras de lo que se podía interpretar”, enfatiza. Reconocido en vida como el más grande compositor de todos los tiempos, él mismo lo sabía: “Siempre habrá muchos príncipes y emperadores, pero solo habrá un solo Beethoven”, dejó escrito casi al final de su vida, sabiendo quizá que su música perduraría para la eternidad.
Empleando las palabras del reconocido pianista británico James Rhodes, considera:
Beach, Beethoven y Mozart son sin duda la santa trinidad de la música. Pero Beethoven es único por su humanidad. Bach y Mozart tenían dones que venían directamente de Dios. No soy creyente, pero simplemente no hay otra explicación posible de la profundidad del genio que mostraron. Beethoven, por otro lado, estaba solo. Cada nota fue labrada con sudor, cada melodía trabajada incansablemente. Los manuscritos de Bach y Mozart se ven impecables a la locura desordenada, tachada, casi indescifrable de Beethoven. Mientras Mozart lanzaba sinfonías al papel lo más rápido que podía escribir, apenas sin corrección, Beethoven se esforzaba, luchaba, pugnaba, discutía y se enfurecía. (Rhodes, 2020)
A lo largo de 2020, cerca de ochocientos eventos se realizarán en honor al compositor alemán en Viena. Además — “la capital de la música” (lema oficial de Viena) —, acogió, en épocas pasadas a jóvenes talentos como Mozart, Salieri y Beethoven. Nuestro país no es ajeno a la genialidad del compositor alemán. Es así que, a lo largo del año, el Ministerio de Cultura tendrá a su cargo gran parte de sus sonatas para piano y conciertos de cámara. De igual manera la Orquesta Sinfónica Nacional interpretará sus nueve sinfonías. Sin embargo, será en el Gran Teatro Nacional donde se va a rendir el homenaje central y más completo con una programación que abarca la mayoría de meses de 2020.
La música de Ludwig van Beethoven representa el quiebre entre el clasismo y el romanticismo (estilos de música clásica europea en la segunda mitad del siglo XVIII). De esta manera, Beethoven logra ser un prototipo de hombre moderno en la búsqueda constante de la libertad y; de progreso, como objetivo en el mundo del arte y en la creación universal, tal como lo señaló por escrito. La música de Beethoven seguirá presente año tras año y, en cada generación, habrá personas a quienes se les haga un nudo en la garganta al escuchar la “Novena sinfonía” (¡El himno a la alegría!). Ésta fue una de las últimas composiciones que realizó en vida, y cuyos versos finales han quedado inmortalizados para la eternidad: “¡Alegría, chispa divina, tu magia vuelve a unir lo que rompieron las modas, todos los hombres se tornan hermanos donde tus frágiles alas se posan!”.
Bibliografía:
Rhodes, J. (8 de Febrero de 2020). Beethoven, fieramente humano. Obtenido de El País: https://elpais.com/elpais/2020/01/31/eps/1580474398_591398.html
Edición: Paolo Pró