La Conferencia Anual de Ejecutivos – CADE 2017 se inició a fines del mes pasado en el eterno verano de Paracas bajo el lema “Un solo Perú, no más cuerdas separadas”. Como sugiere su lema, el core de la reunión consistió en reconciliar las diferencias entre la economía y la política, las cuales se suelen tratar como dos temas diferentes, muchas veces ignorando que uno depende del otro como en una relación sentimental. De arranque, este enfoque de tratar ambos temas como agua y aceite – si es que aún no se han tomado las medidas correspondientes – debe ser erradicado de las mentes tanto de funcionarios públicos como de empresarios. La política y la economía no son cuerdas separadas, son más como el yin y el yang: el equilibrio se da con la mezcla de ambos. Por un lado, la visión económica establecida en nuestro país permite que se tomen decisiones respecto a la elaboración, implementación o reformulación de las leyes. Por otro, mal que bien, hoy en día la política tiene gran influencia en el panorama económico.
Si bien, tanto el Ejecutivo como el Legislativo comparten una misma visión respecto al modelo económico que actualmente se lleva a cabo, a lo largo del año hemos visto que difieren en muchos otros aspectos y ponen en juego no solo la estabilidad política del país, sino también el crecimiento económico. Esto va más allá de censurar ministros o hacer el papel de obstruccionista, se atenta contra reformas imprescindibles para determinados sectores y regiones. El país fue golpeado a inicios de año por distintos eventos cuyas consecuencias hoy en día aún intentamos revertir. Recientemente, se expuso el incremento del Presupuesto Inicial de Apertura de diversos sectores clave y planes específicos para cada uno de ellos. Esto, sin embargo, no basta para decir que estaremos mejor el próximo año. El crecimiento económico dependerá de qué tan bien se efectúen estos montos. He ahí la labor del funcionario público y de la política por hacer que las cosas funcionen bien.
Por otro lado, según el Índice Global de Competitividad que realiza el Foro Económico Mundial cada año, en 2017, el Perú se encuentra en la posición 126 de 137 economías respecto a cómo calificaron los ciudadanos de determinado país a sus funcionarios públicos de acuerdo con sus estándares éticos. Esto reflejaría que ni siquiera nosotros mismos confiamos en que nuestros líderes son personas íntegras, con valores y capaces de discernir entre el bien y el mal ante situaciones como la corrupción. Si nosotros no confiamos en ellos, ¿por qué esperaríamos que, ante los ojos del mundo, nos veamos como una economía políticamente estable y en la cual otros empresarios pueden confiar sus inversiones? Todo pertenece a la misma cuerda y esta se rompe del lado más débil.
El país está primero y esto es algo que no deben olvidar quienes hoy actúan en el papel de líderes. No deben olvidar quiénes los pusieron ahí y a quiénes deben su vocación de servicio. Si bien estamos saliendo de un momento difícil, aún queda mucho por hacer en materia de educación, salud, empleo, entre otros aspectos. No se puede frenar la puesta en marcha de proyectos o leyes que se necesitan para saca adelante al país. Para reconciliar la política y la economía, debe existir un gran esfuerzo por parte de las principales fuerzas políticas por mantener un mismo horizonte y evitar entrampamientos, a través del diálogo y la buena disposición.
A puertas de cerrar el año, algunas de las metas propuestas por el Gobierno al 2021 aún se ven lejanas. El camino no será fácil por lo incierto que puede llegar a ser el panorama económico en los próximos años. El vínculo entre la política y la economía puede llegar a ser favorable si es que se reconoce y se usa como una ventaja para sacar adelante al país. Sin embargo, no olvidemos que se trata de un arma de doble filo que, de no ser sabiamente utilizada, puede generar más retroceso que avance.