La Fundación para el Trasplante Fecal (FTF) describe el procedimiento que le da el nombre como uno en el que materia fecal es colectada de un donante aprobado, mezclada con una solución salina, filtrada y administrada a un paciente, sea por colonoscopía, endoscopía, sigmoidoscopía o enema… O, según plantean investigadores del MIT, píldoras fabricadas en masa.
Pregunta muy natural: ¿por qué alguien en su sano juicio quisiera, en buen cristiano, comer caca? La respuesta es igualmente natural, cuando se logra (huehuehue) digerirla. Si una persona ha sido sometida a un régimen antibiótico sumamente agresivo, se diezma la tradicionalmente llamada flora bacteriana, lo que puede ser en gran perjuicio de la salud del paciente. De forma aclarativa, actualmente se intenta manejar dos términos usual e incorrectamente utilizados intercambiablemente en lugar de flora bacteriana: microbiota (los grupos taxonómicos microbianos asociados a los seres humanos) y microbioma (el catálogo de estos microbios y sus genes). Entonces, lo que buscan algunos médicos de vanguardia, es restablecer el equilibrio entre las más de 10 billones de células microbianas albergadas en nuestro cuerpo, primariamente en el tracto digestivo.
Muchas son las razones para buscar retornar a un equilibrio microbiológico. Sai Manasa Jandhyala y su equipo escribe para el World Journal of Gastroenterology un holístico artículo donde toca las diversas funciones de la microbiota intestinal humana. Miríadas de grupos filogenéticos bacterianos nos asisten día a día con el metabolismo de nutrientes (incluso el de algunas drogas) y como barrera contra la colonización de cepas verdaderamente patógenas, como la Clostridium difficile. Esta caprichosa bacteria no sólo hace honor a su nombre por lo dificultoso de su aislamiento y cultivo, sino por su creciente resistencia a tratamientos. Los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC en inglés) de los EE.UU. estimaron sólo para el año 2011 unos 453 000 casos de infección por C. difficile a nivel nacional con una mortalidad de al rededor 29 300 personas, coronándose como la enfermedad más común adquirida en hospitales.
No es que sea un organismo raro. Por el contrario, es ubicuo en la naturaleza. Lo que sucede es que una persona con microbiota debilitado es como una casa deshabitada y lista para ser colonizada por C. difficile. Otra interrogante: ¿por qué preferir un trasplante fecal lleno de microbios por encima de, digamos, otro tratamiento químico artificial? Mírenlo así: te llegan dos CVs y tienes que escoger a un empleado que acabe con la infección de C. difficile. El primero es un chico nuevo, recién egresado que viene de la universidad que te causó el problema en primer lugar. El segundo ostenta literalmente millones de años de experiencia por evolución convergente remediando la situación, es recomendado por otros tractos digestivos y te ahorrará millones de dólares en investigación farmacológica. Escogerás al segundo, ¿verdad?
Y esta no es sino una de muchas enfermedades correlacionadas a desbalances microbiológicos. Enfermedad de Crohn, síndrome de colon irritable, colitis ulcerosa… Todas son condiciones que surgen luego de perturbaciones importantes en el ecosistema digestivo, y todas, la FTM señala, pueden ser tratadas mediante transplante fecal. Ahora, lo novedoso en lo propuesto por el MIT es—no sólo un banco de heces de fácil acceso y sin fines de lucro (the Open Biome project)—sino la producción masiva de la píldora G3 contra C. difficile. Sonará insólito, pero si tienes que escoger entre una diarrea atómica y posiblemente fatal, una sonda y una cápsula, probablemente te inclines por la tercera opción. Al menos eso explica por qué el procedimiento goza de cada vez mayor aceptación.
Algo que tal vez valga la pena mencionar es que el lector argüiblemente ya ha sido sujeto a transferecia—si bien no fecal—microbiana. La Dra. Jandhyala señala que, efectivamente, la leche materna contiene oligosacáridos indigeribles para el ser bebé, pero alimenticios para Bifidobacterium, Lactobacillus y posiblemente otros clados bacterianos claves para la adecuación del tracto digestivo. Otras investigaciones hacen explícita la presencia directa de bacterias beneficiosas en la leche materna y cada vez se hacen más visibles las deficiencias a largo plazo generadas por el uso de fórmulas sustitutas.
Nos encontramos en una nueva éra médica: la era de la reivindicación de la bacteria y de su lugar en la salud humana. Podemos percibir su influencia en algunas áreas que parecen banales. Por ejemplo, el sudor humano es inodoro y son las bacterias que se alimentan de precursores presentes en el sudor quienes propinan nuestro odeur personelle. Sin embargo, cuando aprendemos que nuestra proclividad a ser presa de mosquitos puede deberse a la composición bacteriana sobre nuestra piel, la cosa se torna seria. Asimismo, los seres humanos no somos los únicos afectados por esta nueva cosmovisión probiótica. La producción agrícola es cada vez más afectada por la comprensión de la planta como planta + microorganismos asociados al punto de no hablar tanto de genoma como de holobioma y no tanto sobre el individuo como sobre el holobionte. Es hasta filosófico el asunto: no sólo hemos recibido genes de nuestros padres humanos, sino que nuestra especie (así como otras especies animales) hemos incorporado secuencias como pago por parte de nuestros inquilinos unicelulares.
Fue el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset quien acuño la profunda frase “Yo soy yo y mis circunstancias” en sus Meditaciones del Quijote (1914). Poco habrá imaginado que ahora un humilde servidor dijera “Yo soy yo y mi holobioma microbiano asociado”.