Desde pequeños se nos ha inculcado la importancia del ahorro. Seguramente algunos de nuestros padres o profesores nos comentaron que las personas que no ahorran o que lo hacen en cantidades reducidas están destinadas a ser pobres, mientras que aquellas que sí lo hacen tendrán una vida cómoda y sin preocupaciones. Sin embargo, ¿esto siempre se cumple?
A fines del 2019, el Banco Central Europeo (BCE) lanzó un paquete de estímulos económicos con el objetivo de reactivar el consumo y la inversión en la zona euro. No obstante, las familias y las empresas, contrarias a aumentar sus gastos en consumo, optaron más bien por incrementar su porcentaje de ahorro por temor a una inminente recesión que pueda afectar sus ingresos futuros. ¿Y qué efecto tuvo esta decisión en la economía europea? La reducción de la producción nacional, disminución de los ingresos de las familias y, con ello, menor capacidad de ahorro.
Lo anterior resulta contradictorio, ¿cierto? ¿Cómo es posible que, si las personas deciden ahorrar más, con el tiempo terminen ahorrando menos?
En la economía, este fenómeno recibe el nombre de paradoja del ahorro o paradoja de la frugalidad y comenzó a estudiarse por John Maynard Keynes en su modelo macroeconómico.
Para el modelo keynesiano, la demanda agregada puede representarse por la suma de cuatro grandes componentes: consumo (C), inversión (I), gasto público (G) y exportaciones netas (exportaciones menos importaciones). Para simplificar esto, supongamos que estamos en autarquía y nadie importa… ni exporta, esto es, las exportaciones netas son nulas. Asimismo, consideraremos que la producción o ingreso nacional equivale a la demanda agregada. Entonces:
Y = DA = C + I + G
Keynes planteaba además que el ingreso de las familias es dedicado a dos objetivos concretos: el ahorro (S) y el consumo (C). Por tanto, para un nivel de ingresos dado, si uno crece, el otro necesariamente debe disminuir.
Con esto en mente, exploremos la dinámica de una reducción en el ahorro.
Supongamos que las familias tienen 100 soles, de los cuales gastan 60 (C) y ahorran 40 (S). Asimismo, la inversión (I) y el gasto público (G) ascienden a 20 soles cada uno. Con ello tenemos que:
Y = DA = 60 + 20 + 20 = 100
Ahora bien, imaginemos que, para el siguiente mes, las familias deciden ahorrar 10 soles más (S=50), con lo cual consumirán ahora solo 50 soles (100-50). Supongamos también que la inversión y el gasto permanecen iguales (ceteris paribus). Reemplazando esto se tiene lo siguiente:
DA = 50 + 20 + 20 = 90 = Y
La demanda agregada se ha reducido a 90 soles y, como esta es igual al ingreso nacional, las personas ahora tienen un nivel de ingresos menor. Si para el siguiente mes, las familias desean mantener el ahorro de 50 soles, ahora solo dispondrán de 40 soles para consumir. Y si continúan así, llegarán a un punto en el cual no habrá espacio para seguir consumiendo y se tendrá que sacrificar ahorro. Ahorrar más hoy, a la larga, hará que ahorremos menos mañana.
¿Qué ocurrió? Como ahorramos más, consumimos menos. Al reducir el consumo, se reduce la demanda agregada: las familias prefieren no gastar en comprar productos o recibir servicios. Las empresas, al ver sus ventas reducidas, disminuyen su producción. Y esta reducción de la producción hace que se demande menos mano de obra, lo cual se ve reflejado en los bolsillos de las personas al pagárseles un salario menor. ¿Cómo superar esto?
Recordemos que hemos supuesto que había dos componentes que permanecieron invariables: inversión y gasto público. Sin embargo, en la realidad, tanto la inversión como el gasto de los Gobiernos pueden incrementar para sopesar la reducción en el consumo de las familias. Por lo tanto, no todo está perdido, la paradoja del ahorro se vuelve un problema significativo solamente cuando nos encontremos en recesión, donde las inversiones se ven reducidas.
Es cierto. Producto de la COVID-19, la economía mundial experimentó una recesión en el 2020, escenario en el cual una decisión de incremento del ahorro hubiera desembocado en una paradoja del ahorro. ¿Así fue?
Si bien es cierto que, para el 2020, hubo una reducción en el consumo, este estuvo más influido por el shock de oferta agregada: menores ingresos personales producto de las restricciones de movilidad para ciertas actividades económicas, más que por una decisión de ahorrar más. No se ahorraba más porque no había de dónde. :’v
Finalmente, con todo lo expuesto, el presente artículo no pretende desincentivar o condenar el ahorro e invocar a consumir más; sino a reflexionar en la búsqueda de un equilibrio que permita suavizar nuestro consumo y evitar que este varíe demasiado en el tiempo. Así que, ahora que conocemos sobre la paradoja del ahorro, pensemos más en que ser frugales para prevenir una crisis o reducción de ingresos puede no ser la mejor decisión.
Es bueno guardar pan para mayo, pero no por eso debemos dejar de comerlo en noviembre.
Editado por: PPRO