Nunca me ha gustado mucho celebrar el día de San Solterín Valentín. Tal vez suene hipster o hasta antisistema (?), pero creo que para tratarse de la “celebración de los enamorados”, está un poco desgastada. Y en letras de canciones y otros asuntos como las “convenciones sociales” acerca de lo que significa el amor y estar con alguien. Buscamos amores como los de las canciones de ritmo romántica o radio corazón, puro convencionalismo…Tal vez estemos buscando en el lugar equivocado.
Hay cosas en esta vida que valen la pena por lo que son, pero mucho más, por lo que nos hacen reflexionar. Hay escenas que, queramos o no, nos provocan cambios de perspectiva o incluso profundas introspectivas. Por eso decidí compartir con ustedes un poema que me encanta y lo que me hace pensar acerca del amor. Puede ser un poquito largo, pero es lunes (hay tiempo de sobra) y prometo que vale la pena.
Versos 792 a 830 de
La voz a ti debida (Pedro Salinas, 1933)
Qué alegría, vivir sintiéndose vivido.
Rendirse a la gran incertidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor de la luz,
de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida -¡qué transporte ya!-, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar quieto, muerto ya.
Morirse en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.
Este es un poema que habla de amor sin decir “te amo” y ni siquiera un “te quiero”. Me encanta porque habla de cómo un hombre, que va más allá de sí mismo, se siente al saberse amado, vivido por el objeto de su propio amor. Esta es la idea central del poema y una de mis favoritas acerca del amor. Siempre he creído que más allá de cuerpos (y almas), cada uno de nosotros es una vida, no solo una existencia. En ese sentido, a diferencia de lo que muchas veces escuchamos, creo que el amar está relacionado con compartir nuestra vida y lo que más apreciamos de ella con otra persona.
En este caso, el hecho de que Pedro Salinas sienta que lo están queriendo con otros ojos y con otra voz, me lleva a pensar que se sabe muy querido, que se siente querido hasta en lo más cotidiano de la vida. Y, una vez más, en esas cosas pequeñas es que creo que uno puede llegar a sentir más el amor no como un sentimiento que te ataca de vez en cuando de forma arrasadora, sino como algo que a cada momento te llena de una paz que a veces se vuelve pequeños instantes de agitación…
Lo maravilloso de un poema que habla de amor puro, completamente deslindando del deseo, es que puede leerse desde cualquier (perspectiva), no solo la del amor romántico. Pero, como siempre, aquí es totalmente válido hacer una pausa. ¿Qué estamos haciendo hablando de amor? En realidad, creo que “amor” es una de las palabras de las cuales más abusamos, la usamos todo el tiempo, pero ¿realmente la comprendemos? A mí siempre me ha sorprendido cómo podemos encerrar tanto de nuestro mundo y lo que sentimos en una sola palabra. Bueno, al menos sabemos que el amor no es un sentimiento y que debe ser una de las palabras que más usamos, pero que menos entendemos.