Hace ya una década, el Perú añadió un nuevo pasaje a su historia sísmica. Un terremoto de 7.9 grados en la escala de Richter golpeó principalmente la región de Ica y el sur de Lima, afectando distritos como Cañete, Yauyos, Chincha, Pisco, entre otros. La magnitud del sismo dejó como saldo 596 fallecidos, 434 mil 642 damnificados y 93 mil 708 viviendas destruidas e inhabitables, según cifras del Congreso. Asimismo, provocó fuertes daños a la infraestructura que proporcionaba servicios básicos a la población como agua y saneamiento, educación, salud y comunicaciones. De esta forma, se convirtió en el movimiento telúrico más fuerte desde 1970 y convirtió un 15 de agosto común y corriente en el inicio de una larga odisea para los miles de damnificados y afectados. Una odisea que, para algunos, aún no termina. Esta historia suena un tanto familiar, debido a que es similar a la situación que actualmente vive el norte del país como consecuencia del fenómeno El Niño ocurrido el pasado marzo. Entonces, ¿qué lecciones nos deja el caso de Pisco que pueden aplicarse al norte? Más de las que parecen.
Somos amables, seámoslo siempre
Hay un dicho que afirma que los verdaderos amigos son aquellos que están en las buenas, pero más en las malas. A mi parecer, los peruanos podemos definirnos de esta manera, pues hemos demostrado que no nos cuesta tender una mano a nuestros pares en situaciones de angustia y necesidad. La ayuda para Pisco fue concentrada en la tribuna norte del Estadio Nacional, la cual se vio rebasada, lo que obligó a la habilitación de nuevos espacios para la recepción de contingentes de auxilio. En el caso de Piura, todos los centros de apoyo que se distribuyeron a lo largo del país reportaron grandes cantidades de donativos e inscripciones de voluntarios para auxiliar a las familias damnificadas. Tanto Pisco como Piura recibieron apoyo de todas partes del país, desde ciudadanos de a pie hasta grandes empresas privadas apoyamos con nuestro granito de arena y confirmamos que somos #UnaSolaFuerza.
FORSUR: tú eras el elegido
Como medida de acción, el gobierno de aquel entonces creó el “Fondo para la Reconstrucción del Sur” (FORSUR), el cual era el encargado de la planificación y monitoreo de proyectos para la reconstrucción de la infraestructura pública dañada y/o destruida. Su dirección estaba encabezada por ministros, presidentes de gobiernos regionales (así se llamaban antes a los gobernadores regionales), gobiernos provinciales y distritales y representantes del sector privado. A pesar de la intención, el FORSUR no alcanzó las metas que se propuso y, por si fuera poco, añadió más dificultades al proceso de reconstrucción. Al ser la entidad encargada de manejar los recursos que se destinarían, tanto a construcción como a bonos para las familias afectadas, diversos miembros del FORSUR se vieron envueltos en diversos escándalos de corrupción. En 2003, el Congreso aprobó el informe final de la comisión que se encargó de investigar diversas irregularidades, entre las cuales menciona entregas de bonos por más de S/ 95 millones a personas con identidades desconocidas, actos de corrupción vinculados a más de 30 obras por S/42 millones, entre otros.
Además de la corrupción, la ineficiencia de una entidad cuyos miembros, en un inicio partieron con un interés común, pero que el tiempo dividió es lo que, finalmente, tiene las peores repercusiones. Hoy, existen distritos que aún no cuentan con servicio de agua y desagüe, que claman por seguridad, pues la delincuencia se ha apoderado de ellos como consecuencia de la pobreza en la que viven, viviendas que nunca fueron levantadas y familias que aún se sienten abandonadas por las promesas incumplidas. El FORSUR no tuvo la capacidad de concretar los objetivos que le fueron impuestos por diversos motivos y esto es lo que debe evitar el actual equipo que dirige la reconstrucción de Piura.
Si bien la intención de reconstruir Piura es una de las prioridades del gobierno, hoy no se debe perder este norte en los próximos años. El FORSUR surgió con las mejores intenciones, pero estas no se materializaron, sino que el tiempo hizo que este desastre quedase en el olvido y hoy, 10 años después, todavía hay gente que clama por ayuda. Esto debe asumirse como un aprendizaje, dado que actualmente enfrentamos otra reconstrucción de la cual dependen muchos peruanos que lo han perdido todo. Las actividades de inversión, planificación y monitoreo tienen que promoverse correctamente y los intereses deben estar alineados al principal objetivo. Solo así resurgirán estas regiones.