Armado solo con tu grati, alguito de paciencia y mucha prisa ingresas al campo de batalla, aquel que juraste nunca pisar en diciembre (y sobre todo en días más allá del 20). El escenario puede tener multitud de nombres (Real/Open/Jockey/loquesuenemásconsumista Plaza), sin embargo, la amalgama de villancicos/llantos/colas/tarjetas/hampones/jaladores/descuentazos es una constante para toda la jungla navideña.
Caminas a paso apresurado, porque ese espíritu antinavideño y procrastinador que te caracteriza te ha dejado en deuda de regalos con tus personas queridas. Hay muchas decisiones por tomar, y esto demanda un razonamiento rápido para no quedarte hasta el 2019 haciendo cola. -¿Sigo comprando en grandes almacenes, o entro a una tienda especializada? -Ni de broma, tal vez me pierda de descuentos y tendré que ser más cuidadoso -¿Compro algo que ya está en el mostrador o hago que personalicen el regalo? -De hecho es mejor, así verán que de verdad me preocupo por ellos- ¿Si esto ya había salido en venta el año pasado, lo compro o no?- No, me arriesgo mucho, tal vez ya lo tenga, mejor algo nuevo.
Creo que es notorio que la carga emocional en esos momentos particulares va a afectar la toma de decisiones, al fin y al cabo, esa construcción subjetiva que hacemos para preferir una opción, (comprar una marca A) antes (comprar otra marca B) está supeditada a sesgos cognitivos. Estos, en breve, son patrones repetitivos del pensamiento que pueden llevar a juicios inexactos o irracionales. Algunos de ellos tienen nombre propio (gracias a los esfuerzo de la psicología cognitiva): el sesgo del status quo (el valor superior de un objeto está dado en medida que respeta las costumbres anteriores, como comprar siempre en grandes almacenes), el efecto IKEA (se da un valor superior y desproporcionado a las cosas en las que el consumidor ha participado para crear), o la apelación a la novedad (falacia que sostiene que algo una idea/objeto es mejor por su mayor modernidad).
Todos estos sesgos tienen un fin en común, simplificar el raciocinio al enfocarse en algunos atributos de los objetos, y al mismo tiempo, ignorar otros por completo. Si bien en la época navideña, el juicio final dependerá del marketing que se haga acerca de algún producto en particular (lo que aumenta la subjetividad del asunto), existen otras áreas del quehacer humano donde se demanda necesariamente objetividad por parte del sujeto, por lo cual un sesgo cognitivo se vuelve peligroso. ¿Se imaginan a la ciencia siendo sujeto de juicios irracionales o inexactos que tengan como repercusión directa una construcción alterada de la naturaleza?
Esto ocurre, y no es infrecuente. Un estudio de la Universidad de Southampton convocó a 100 participantes no científicos a realizar análisis de huellas genéticas, es decir, a determinar si dos muestras de ADN son iguales o no (algo que se utiliza para pruebas de paternidad o para relacionar el ADN de una escena del crimen con el ADN del potencial delincuente). Antes de mostrarles las fotos de las huellas genéticas a los participantes se les dio información contextual que podría ser verdadera o engañosa, y luego se exhibieron las fotos (en algunos casos por tiempo ilimitado y en otros por 2 segundos). Se encontró que mientras más compleja las huellas genéticas a observar más susceptibles eran los participantes al tiempo o a la información dada previamente (sesgo por expectativa) para emitir el juicio acerca del parecido.
Si bien los sujetos del estudio anterior eran no profesionales, metaestudios (investigaciones sobre investigaciones) epidemiológicos han demostrado que algunos grupos de investigadores obtenían resultados muy diferentes del estudio de un mismo grupo de pacientes, lo que dependía de si el estudio era doble ciego o no. Esto se reflejaba en que los parámetros que describen la significancia y fuerza entre dos variables estudiadas (tamaño del efecto y valor p) eran mucho más elevadas en estudios sin doble ciego que en estudios que usaban el método en cuestión. El sesgo del observador juega un rol importante en este contraste debido a la expectativa de resultados significativos por parte de los investigadores al saber cuando están tratando pacientes sanos o enfermos.
Un investigador estadístico de la Universidad de Columbia, Andrew Gelman, halló en 2013 que los candidatos demócratas en EE.UU podrían obtener más votos si se moviesen un poco más a la derecha en el espectro político. Un estudiante de pregrado, al intentar replicar el método del estadístico, encontró que este se había equivocado en el signo de una de las variables. Ante esto, Gelman declaró que todo el hallazgo debería declararse equivocado y explicó este gran error al decir que todos los resultados, aun con un signo equivocado, tenían sentido y eran razonables por lo cual había pasado por alto la equivocación.
Uno de los mayores peligros del sesgo científico es que afecta la capacidad de reproducir los experimentos (como en la situación de arriba), uno de los pilares que sostiene la veracidad que otorga la ciencia. Al respecto, la psicología, cuyo estatus como ciencia está en debate, solo posee una reproducibilidad del 36.1 %. Estudios de corte menos social, como en el campo de la oncología y la hematología poseen un porcentaje de repetición del 15%. El Dr. Ionnidis, profesor de medicina en Stanford, que ha hecho metaestudios de genética, ha llegado al punto de sostener que muchos hallazgos en artículos científicos son falsos o exagerados, por lo que un 85% de los recursos dirigidos al financiamiento están desperdiciados.
Por supuesto, no quiero colocar a la labor científica al mismo nivel de incertidumbre de una compra navideña. Sin embargo, la autocrítica nos da luces para poder reducir la influencia del sesgo al máximo. El uso del método del doble ciego, por ejemplo, todavía no está extendido en estudios no humanos [tomen en cuenta que hasta el 33% de los estudios humanos no son hechos mediante doble ciego], en ese sentido, resulta necesario poder crear “gold standards” metodológicos que aseguren la reproducibilidad de los mismos. El Open Science Framework es una plataforma de colaboración abierta que permite a los investigadores (en el área de ciencias psicológicas) poder compartir metodología y generar compromisos de transparencias, y estar en constantes intentos de reproducción de sus experimentos. Esto resulta más efectivo que un peer-review (que solo se utiliza en la publicación en revistas indizadas), debido a que toma menos tiempo generar comparaciones y la comunidad es mucho mayor.
Como se ha discutido antes en Univerzoom, la relación sujeto-objeto no es unidireccional. El rol que cumple nuestro cerebro al anticiparse a la percepción de la realidad, resulta en el enfoque exagerado en ciertos aspectos de la naturaleza y la ignorancia de otros, una manera de poder simplificar la infinidad de estímulos recibidos en un solo vistazo hacia el exterior; ergo, los sesgos, a pesar de que su efecto puede disminuirse, son inevitables. El generar consensos entre los investigadores ( y sus experiencias únicas), y el mantener siempre la disposición a someter sus investigaciones a un escrutinio intelectualmente exigente, es lo que permite el fortalecimiento de las líneas de investigación y finalmente, poder estar un poco más acertados al explicar un fenómeno.