Mucho se ha dicho de los 100 primeros días de PPK, pero poco se ha discutido de lo hecho por el Congreso en estos 3 primeros meses de gestión. En muchos casos el Legislativo ha demostrado que quiere trabajar pechito con pechito con el Ejecutivo, pero existen varios acontecimientos recientes que demuestran la cara fea de siempre de nuestros congresistas. Al parecer, esa careta horrorosa de preferir cuidar sus intereses por encima de los de aquellos que votaron por ellos aún permanece latente en varios de nuestros queridos padres de la patria. A continuación, les traigo un pequeño resumen de lo positivo, lo negativo y lo feo de la actuación de nuestros congresistas en sus 100 primeros días.
Lo bueno: se otorgó el voto de confianza al gabinete y se brindaron las facultades legislativas solicitadas por el gobierno para ejecutar medidas de forma inmediata en temas cruciales como la seguridad ciudadana y la reactivación económica. Asimismo, el trabajo conjunto entre el Ejecutivo y Legislativo dentro de algunas comisiones congresales ha sembrado cierta esperanza sobre el trabajo articulado de los dos principales poderes del Estado.
En los plenos del Congreso también se aprobaron una serie de proyectos de ley de diversas bancadas que han estado orientados, principalmente, a la lucha contra la corrupción y la delincuencia, como el proyecto para aumentar la detención preliminar por casos de crimen organizado a 15 días; una especie de reforma institucional del Congreso, con la controversial ley que combate el transfuguismo; y el fortalecimiento para el desarrollo de las micro y pequeñas empresas, con la tan sonada ley del IGV justo. Y si bien estas leyes no son la bala mágica para el acabar con todos los problemas del Perú, denota cierto esfuerzo por parte de los congresistas en cumplir con promesas de campaña y no obstruir el trabajo del Poder Judicial o Ejecutivo.
Lo malo: las denuncias y las peleas de siempre. En estos 100 días, los congresistas de diversas agrupaciones han sido el blanco de una serie de denuncias de diferentes índoles que van desde acusaciones por la falsificación de documentos en sus hojas de vida, hasta cargos por plagios en la elaboración de proyectos de ley. Asimismo, dentro de la bancada oficialista y de la oposición, surgieron riñas y conflictos que confirman una vez más la ausencia de una cohesión política orientada hacia el cumplimiento de un proyecto político que una a los partidos. Esto muestra, hasta cierto punto, que pasada la campaña electoral los parlamentarios llegan al Congreso y cada uno baila con su propio pañuelo. Lamentablemente, estas denuncias, conflictos y falta de unidad, mantienen viva esa imagen sucia y negativa de la política, donde el Congreso parece funcionar en provecho de pocos y perjuicio de muchos.
Lo feo: “soy naranja y hago lo que quiero”, algo así debe estar sonando en la cabeza de la bancada de Fuerza Popular (FP) en estos días. La forma en cómo escogieron al resto del directorio del Banco Central de Reserva (BCR) ha sacado a relucir la apabullante autoridad que pueden ejercer en las decisiones del Congreso (en complicidad con nuestros amigos apristas). Una muestra de esto es que pese a que la congresista del Frente Amplio, Marisa Glave, presentó una cuestión previa para evaluar a los candidatos y postergar la elección una semana, todos los congresistas de las bancadas fujimorista y aprista, con un total de 71 votos, se negaron a cualquier tipo de debate sobre la idoneidad de los nominados al directorio de la autoridad monetaria. El resto es ya es conocido. Pero más allá del debate sobre si Chlimper o Rey son los indicados para ser miembros del BCR, preocupa que Fuerza Popular esté usando una mayoría democráticamente obtenida para copar instituciones del Estado a como dé lugar, con criterios más cercanos a las deudas o afinidades políticas que a los méritos o capacidades profesionales para ejercer esos cargos. Si hicieron eso con el BCR, ¿a quiénes podrían llegar a poner en el Tribunal Constitucional? ¿Qué podría suceder con la SUNEDU, actualmente amenazada por proyectos de ley como los de Javier Velásquez (APRA) y Daniel Salaverry (FP)? Eso es lo feo del Congreso que transmite más miedo e incertidumbre que tranquilidad sobre el futuro de instituciones que son vitales para nuestra transición hacia un país moderno.
En fin, sólo han transcurrido 100 días y queda aún mucho trabajo por hacer dentro de la agenda legislativa de cada bancada. Por el momento, deberían preocuparse por retomar esa imagen de compromiso por cumplir promesas de campaña y respetar ese apoyo otorgado por sus votantes, pues su popularidad como Congreso ha caído 8% en estos tres meses. Lo único que se les pide es que sean ese instrumento que conecte a los peruanos con leyes más justas que promuevan el bienestar de todos. No se quieren más decisiones que denoten favoritismos políticos o que atenten contra esa idea de meritocracia y solvencia moral que se busca en las instituciones del Estado. De lo contrario, los ciudadanos tomarán las calles para mostrar nuevamente que nuestros congresistas no están a la altura de lo que su pueblo exige.